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Últimas Críticas de VictorRodrigo en CINE

Una joven prometedora

Una joven prometedora
Crítica de VictorRodrigo hace 12 meses

9
La primera película dirigida por Emerald Fennell (para quien no la sitúe, Camila Parker en The Crown) es uno de los proyectos más atrevidos y desacomplejados del año. Se atreve a abordar una temática que en la cinematografía ha quedado siempre, hasta ahora, relegada a la caricatura o el documentalismo dramático. "Promising Young Woman" es una reacción airada y furiosa, a ratos divertida, a ratos cargada de rabia, pero siempre brillante en las formas, de una situación asquerosa que viven -o han vivido- las mujeres a lo largo de las décadas. Fennell ni pide perdón ni pide permiso en su relato de venganza, junto a una Carey Mulligan impresionante, en un registro brillante, que a ratos baila entre una sociópata, una psicópata o la representante moral de las mujeres maltratadas por un sistema corrosivo.

Promising Young Woman destroza sin compasión la cultura de la violación instaurada en nuestro día a día, pero sobre todo en el cerebro de los hombres. Una cultura que acepta, permite y no castiga las agresiones y los abusos sexuales contra las mujeres. Que las culpabiliza a ellas, que se las pide explicaciones a pesar de ser las víctimas. Que encima las cosifica, las mastica y las escupe a una cuneta. Fennell presenta un cóctel de géneros interesante: una supuesta trama de un thriller donde se esconde una comedia negra llena de denuncias implícitas y un drama desgarrador. La película comienza con una Mulligan completamente borracha -o eso parece- en una discoteca, bajo la mirada atenta de tres hombres que le profesan comentarios obscenos y se sortean "quien se la lleva a casa". Esta es la tónica y esencia de la película, ejecutada en una escenografía y vestimenta pop-art, con una clara intención de apoderamiento feminista.

Si la industria cinematográfica ha regalado salvadores anónimos masculinos de manera compulsiva, al más puro estilo Denzel Washington The Equalizer, Fennell nos presenta una justiciera, vengadora o simplemente, una mujer rota por la mitad, por un sistema que permitió que su mejor amiga fuera ignorada y menospreciada después de sufrir una violación en grupo. Promising Young Woman disfruta de un magnífico guion, inteligente en la construcción de los personajes y condescendiente en las problemáticas que quiere denunciar. Pero en este punto reside la clave del film: a quién le importan ya los matices, cuando las manadas de hombres incels y solitarios siguen asaltando mujeres borrachas para satisfacer sus deseos sexuales.

Mulligan persigue los responsables y los culpables -con nombres, apellidos y cargos- de la violación en grupo de una joven, un crimen que muere en el olvido "como una anécdota de cuando eran niños". En este camino de venganza, Mulligan -a través de la pluma de Fennell- arrastra a la luz de los focos todas las incomodidades, vejaciones, humillaciones y amenazas a las que se ve expuesta una mujer por culpa de un hombre con ganas de tener sexo. Ridiculiza, sin piedad, los comportamientos masculinos que conllevan abusos, agresiones y violaciones sexuales. Todo bajo una sonrisa malévola, que desencaja a todos en una incomodidad indescriptible. Promising Young Woman es una de las películas más inteligentes del año. A quien le incomode, ya sabe cuál es su problema, aunque no lo quiera admitir.

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Dune

Dune
Crítica de VictorRodrigo hace 12 meses

9
El mundo del cine vive asfixiado, en un escenario global dónde todo va a contracorriente. Las películas deben tener ritmo, ser ágiles, no aburrir. La impaciencia se ha apoderado del espectador medio, que exige al cineasta como si se situara en una tribuna de un campo de futbol, con demandas vacías. Pidiendo productos complejos, pero no complicados de entender. En definitiva, un paisaje desolador para el cine cocinado a fuego luego, para las epopeyas maduradas en roble, que necesitan su tiempo, su espacio y su ritmo. Y es aquí, emergiendo entre la bruma, donde aparece Denis Villenueve y su Dune. Una hermosa sorpresa para un año cargado de incertidumbres.

La nueva adaptación de la obra de Frank Herbert -primero lo intentó el genio David Lynch, que acabó construyendo una película a medias, sin alma- suponía un reto mayúsculo para el cineasta canadiense. Pero en sus hombros ya descansan las impresionantes adaptaciones de novelas como Incendies (2010), Enemy (2013) y Arrival (2016). La crítica y el público, poco receptivos, señalaron la dificultad que suponía Dune sin recordar que Villenueve había salido airoso y magnánimo de Blade Runner 2049, un reto que aún era más difícil que el actual. En lo que nos atañe a Dune, la película es una grata sorpresa en un escenario sofocante de blockbusters insípidos y acelerados.

En una cátedra de ciencia-ficción, el canadiense consigue embellecer una trama completamente simple. La hemos visto incontables veces en el cine épico y en el género de la epopeya: las luchas medievales entre familias, el héroe indiscutible que lucha entre dos aguas, los poderes fácticos, la religión. Una decena de ingredientes que podríamos transmutar a cualquier otra historia de este calibre (El Señor de los Anillos, Star Wars, incluso Game of Thrones), pero que construyen una receta perfecta para vertebrar esta película en algo mucho más grande. La columna vertebral es simple, todos los detalles son bellos y complejos.

Cinematografia aparte, la trama sigue albergando profundos mensajes políticos. El concepto en el que se mueve Villenueve es completamente antiimperalista, en un universo situado en el año 10.091 dónde se siguen repitiendo patrones humanos de la época de los precolombinos o los egipcios y sus pirámides. Es aquí donde la trama se complica, porque Villenueve debe vascular entre lo épico de las imágenes y la necesidad de dejar claro su concepto. Que, al final, todo es un clímax latente sin ejecutar, porque todo deberá llegar en la segunda parte.

Esta es la esencia, el alma, de Dune de Villenueve. Tramposo y pillo, el espectador no sabe hasta que no se ha sentado en la butaca que el director le hará ver una primera parte de una historia mucho más descomunal que la que le han prometido. La cinematografía principal de Dune es la banda sonora y la fotografía. Son espléndidas, convierten el visionado de la película en una experiencia sensorial completamente adaptada a los sueños y fantasías del siglo XXI. No existe el tedio en esta película, y aquel que se aburra contemplando esas imágenes es que no tiene aliento artístico escondido en su caja torácica.

El reparto es impresionante, de nombre. Las únicas interpretaciones destacadas son las de Rebecca Ferguson y Timothée Chalamet, que sigue en un estado de gracia sin precedentes a su edad. Zendaya es un reclamo y una figurante -se espera mucho más de ella dado su historial, que es sobresaliente-, además de las gratas sorpresas como Javier Bardem, Jason Momoa o Oscar Isaac. Dune no es complicada, si se sabe escuchar. Dune es un espectáculo visual y sensitivo, si se quiere visualizar sin prejuicios.

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Última noche en el Soho

Última noche en el Soho
Crítica de VictorRodrigo hace 12 meses

5
En un arrebato de sinceridad, la persona que me acompañaba a ver la película me espetó una frase condenatoria al salir de verla: "No entiendo nada". Su perplejidad no surgía porque la trama fuera complicada, ni nada por el estilo, sino todo lo contrario. LAST NIGHT IN SOHO acaba sublimándose a sí misma en un espectáculo estúpido de decisiones mal tomadas y grandes ideas mal ejecutadas. Edgar Wright plantea una mística y una estética sublimes que me engancharon en los primeros minutos desde que se encendió la pantalla. A partir de aquí, todo es una caída hacia adelante, una perpetua mueca de insatisfacción ante la falta de cohesión de una historia que se me acaba tornando insípida e infantil.

Thomasin McKenzie me parece una enorme actriz, que interpreta un magnífico papel en su posado de chica perdida, aislada. Cuesta muchísimo más creerse el papel de Anya Taylor-Joy, que aún su gran mimetización por el entorno de ese Londres hollywoodiense de los años 60, su personaje se descompone en giros de guion que cojean por todas partes. Indescriptible lo insustancial que parece Matt Smith después de haber gozado con él como Felipe de Edimburgo en "The Crown". En definitiva, ingredientes para el éxito tiene, pero el misterio del Soho es más bien un cigarro: al principio parece atractivo, queda bien y se puede fumar a gusto. Luego se vuelve incómodo, agota las manos y te puedes quemar los labios si no lo apuras. Decepcionante.

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West Side Story

West Side Story
Crítica de VictorRodrigo hace 12 meses

9
No hay muchos cineastas de categoría con agallas para escoger un clásico intocable de la historia del cine, atreverse a hacer un remake y salir airoso. Aún menos salir triunfante. Pero Steven Spielberg está hecho de otra pasta, es un genio redomado que ha vuelto a salirse con la suya y vuelve a regalarnos una maravilla cinematográfica. La nueva versión de West Side Story, que llega a las salas 60 años después del estreno de Robert Wise que revolucionó la industria, es un viaje deslumbrante de colores y alegrías, de homenajes al clásico, además de brindar una nueva mirada a una historia que necesitaba un lavado de cara -en este caso literal para la mayoría de intérpretes-.

Aunque los oráculos críticos que rebuznan que la historia original de Wise "era intachable" o "no necesitaba de nuevos maquillajes", Spielberg por fin sitúa la historia en un contexto y escenarios completamente creíbles. Los puertorriqueños son interpretados por actores y actrices latinos, además de introducir de manera verosímil los diálogos en español (y sus acentos). A Anybody se le deja de tratar como a un monstruo y por fin es reconocido como un hombre trans. Los elementos del guión original que habían hecho que la película caducara por los bordes y en su corazón por fin han sido corregidos.

La música del genio Leonard Bernstein y todas las canciones de Stephen Sondheim -quien falleció hace pocas semanas- se mantienen frescas, vivas y deslumbrantes gracias a una puesta en escena excelente, unas coreografías renovadas que recuerdan a los mejores números de la original y a la modernidad que te permiten los recursos actuales como se vió en La La Land. En el momento en que arranca la película, Spielberg consigue una mística que abraza el espectador desde el primer minuto.

Además, el elenco escogido por el director es milimétrico: Ansel Elgort i Rachel Zegler -que es su primer papel en cualquier proyecto- lo bordan. Pero el reparto de secundarios es increible, destacando David Álvarez, Ariana Debose y Mike Faist. El broche de oro es la aparición de Rita Moreno (la Anita original) en un nuevo papel que vertebra la trama a la vez que homenajea el film antiguo. Es inevitable analizar que esta historia de amor, de un amor verdadero que capea temporales familiares y raciales, esta construido en un romanticismo prácticamente dependiente y tóxico. En eso Spielberg no se aleja de Wise ni del musical, pero se enmarca en una corriente que pasa el filtro de la mirada actual. Y eso es una satisfacción inmensa, dadas las circunstancias en las que falló la anterior de hace seis décadas.

Con todos estos elementos sobre la mesa, la West Side Story de 2021 es directa a la hora de calar su mensaje entre canciones: el amor siempre debe prevalecer por encima del odio. Es preciso recalcar que la película no es ni una versión alejada del clásico, ni tampoco una calcomanía digna de los peores remakes de la historia -saludando a Gus Van Sant con su horrible Psycho, por ejemplo-. Es una nueva mirada a una historia marcada por el racismo, por la inmigración que inundó las calles de la Costa Este de Estados Unidos y la violencia que estallaba entre los barrios de Nueva York. Todo, envuelto en la esencia de la tragedia shakesperiana.

Spielberg rescata de Robert Wise esa alegría por celebrar la vida que nos brindan la mayoría de musicales, aunque bailen alrededor de una historia dramática. Su capacidad innata por crear un estilo clásico de cine, sumada a un talento inigualable por crear relato cinematográfico dan un resultado estético, musical y interpretativo de alta categoría. La nueva West Side Story es una verdadera maravilla que reclama que miles de personas acudan a las salas de cine a enamorarse.

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The Batman

The Batman
Crítica de VictorRodrigo hace 12 meses

8.5
Que no te engañen. Que no te nublen el juicio. Que no se metan en tu cabeza y que los recuerdos nostálgicos, dulces y los cantos de sirena de tu cerebro te lleven a la trilogía de Nolan. Esta historia de Matt Reeves no tiene nada que ver. Tan siquiera puede parecerse a algo que hubiera dirigido Fincher (aunque muchos quieran relacionarlo), por la gran cinematografía cómica (del formato literario, no de la risa) que presenta la película. Es un gozo en un pozo. Es una locura, en términos banales, en su despliegue sonoro, fotográfico y iconoclasta. Que no te engañen. Aquí viene uno a disfrutar, a rendir cuentas con la cantidad de veces que nos han prometido un Batman a la altura y nos hemos comido la mirada triste de Ben Affleck mirando a sus demonios. Que no, hombre que no. Que Robert Pattinson es un escándalo. Y vengo a dar fe de ello.

La historia nos mete de lleno en un personaje que lleva ya 2 años en vereda. Eso le da una flexibilidad a la historia que exige compromiso al público: no puedes presentarte a la sala de cine, delante de la pantalla, sin los deberes hechos. Y en eso, Reeves, te aplaudimos desde las butacas. Basta de reboots, remakes, volver a contar lo mismo de manera diferente. Estábamos sedientos de historias alternativas, originales, de villanos a la altura de la oscuridad que requiere cualquier trama que englobe al mejor detective de la historia de los cómics. Sin acritud, este Batman me traslada a los videojuegos de Arkham, salvando las distancias de las limitaciones que te dan casi tres horas de metrajes. Paul Dano es un escándalo, Kravitz me convence hasta la saciedad (quien tiene la valentía de cuestionarla tras Halle Berry y la discreta Anne Hathaway), Turturro no hace un papel malo y Colin Farrell es una delícia.

Que no os engañen. Que este Batman es increíble. Su presencia, su porte, su cinematografía, su banda sonora, su sonido, Que no os engañen. Y que sí, que la sombra de El Caballero Oscuro es inalcanzable. Nadie supera esa historia, esa presencia, ese Heath Ledger. Esta película no lo hace. Pero es Batman en mayúsculas. Y es un placer poder haberla disfrutado en una sala de cine. Id a verla. No os decepcionará.

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Mujercitas

Mujercitas
Crítica de VictorRodrigo hace 3 años

8
Solvente, cargada de belleza y una nueva perspectiva del amor romántico de época. Estas tres características y las brillantes actuaciones del reparto femenino de la película señalan Mujercitas como uno de los mejores filmes del 2019, a pesar de estrenarse la última semana del año. Greta Gerwig se pone al frente de la dirección y el guión en una nueva adaptación de la novela de Louisa May Alcott, donde sitúa al espectador entre la historia original que fue adaptada por el libro y los hechos que son tratado de manera ficticia en este.

Saoirse Ronan es Jo March, una de las cuatro hermanas que viven en Estados Unidos inmersos en la Guerra Civil. La joven y ambiciosa escritora intenta ganarse la vida en Nueva York vendiendo relatos y pequeños cuentos para ser publicados en los periódicos. Sus historias chocan con una sociedad donde la mujer sigue relegada a un segundo nivel y se ve reprimida en todos los ámbitos artísticos. En este mismo contexto ha crecido con sus hermanas (Emma Watson, Florence Pugh y Eliza Scanlen) y su madre (una brillante Laura Dern), en una casa campestre americana y con el padre como voluntario del ejército de la Unión de Abraham Lincoln.

El filme es una oda brillantemente ejecutada en favor de las mujeres. Sin ningún tipo de edulcorante ni ningún mensaje vacío de una gran marca publicitaria. Gerwig dirige con solvencia una nueva adaptación de la obra de 1868, enmarcándola con un mensaje completamente vigente con las épocas actuales. Timothée Chamelet es el complemento masculino perfecto de la película, dejando claro en qué buen estado de salud actoral se encuentra. Ronan, sin embargo, se merece con creces la nominación al Oscar. Su diálogo final con su madre, en un monólogo sobre las frustraciones de las mujeres y las limitaciones de una época se hacen terriblemente actuales.

Una fotografía en mayúsculas, una banda sonora de Alexandre Desplat que entra en los cánones convencionales pero cumple con nota y la insistencia en unas grandes actuaciones, evidentemente del reparto principal femenino, por un Little Women moderno. Una revisión de la obra con la permanente mirada en la actualidad.

El repaso de Gerwig la deja sin prejuicios, con el contexto adecuado del siglo XIX, la posición correcta de todos los personajes y la originalidad de cruzar la vida ficticia con la vida "original" de la obra. Es emotiva en buena medida, aunque cae en la autocomplacencia en algunos momentos de la trama. El toque joven (no adolescente) se destila a través de ciertas escenas, como ocurre en la novela, desviando la mirada hacia un público de menor edad que se encuentra en los mismos cruces de vida que los protagonistas: el amor, las amistades que se acaban, las primeras pérdidas... La obra, sin embargo, es alegre, es sencilla, es humana y natural.

La reivindicación es que no se convierta sólo en una película hecha por y para mujeres. La visualización de esta película gustará a todos, a todos los géneros, edades y situaciones sentimentales. Producciones como ésta devuelven la esperanza a una industria cinematográfica que muchas veces parece estar atascada en dinámicas y tendencias en blanco y negro.

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Dolor y gloria

Dolor y gloria
Crítica de VictorRodrigo hace 3 años

7.5
"Lo escribí para olvidarme de su contenido, pero no quiero hablar de ello"

Adentrarse en una sala de cine para ver la nueva película de Pedro Almodóvar, Dolor y Gloria, produce la misma sensación que entrar en un confesionario con el director manchego. En la penumbra, el espectador asiste a una de las producciones más íntimas del director manchego, que rasga su propio corazón en la pantalla a través de ficcionar sus recuerdos de infancia, juventud y los dolorosamente más recientes.

La película presenta a Salvador Mallo (Antonio Banderas), un director de cine inmerso en los dolores físicos y mentales, que tiene la oportunidad de reencontrarse con un film que estrenó 32 años atrás. Esta zambullida hacia el pasado laeintroduce en un conjunto de recuerdos de su infancia (donde aparecen Penélope Cruz y Raúl Arévalo, como sus padres), reunirse con el actor protagonista con quien se había enemistado (Asier Etxeandía) y con un amor pasional de juventud perdido (Leonardo Sbaraglia).

Almodóvar juega con su iconoclastia pero sin ingredientes de ego. El manchego confiesa sus miedos, sus dolores, sus angustias que lo han marcado en el camino de la gloria. Los personajes de la película son bocetos ficcionados de la vida y lágrimas del director, que quiere hacer cómplices a los espectadores de su recorrido.

Con una fotografía excepcional, un pantone de colores digno de las mejores películas llamativas de Almodóvar y una banda sonora excelente, Dolor y Gloria vertebra un metraje que a ratos parece demasiado atareado en querer explicarlo todo, con la prisa de quien se emociona en contarte sus vivencias pero que, obviamente, tú no has vivido y tienes que ir cogiendo el hilo.

La trama, en ciertos momentos, se enfría por la descontextualización de ciertas escenas. Almodóvar salta hacia el pasado en varios momentos, sin mucho sentido al principio, pero con la intención de ir vertebrando una pieza filmográfica que se acaba exhibiendo en todo su esplendor al final de la película. Dolor y Gloria, aplaudida con vehemencia por muchos críticos, ha recibido matices negativos por la baja empatía que pueden producir ciertos actores, como Banderas. Más allá de la realidad, el malagueño no ironiza, ni imita ni caracteriza a Almodóvar. Vertebra un personaje con sentido, sentimiento y dolor, mucho dolor.

El deseo y la sexualidad, temas recurrentes en los filmes del director, son también ingredientes vertebrados a partir de la visión del Salvador más niño, cuando los descubrimientos y los primeros deseos afloran desde la más sentida pureza. Dolor y Gloria es un monólogo en la cueva, un canto de sirena de Almodóvar a sí mismo para alejarse del sufrimiento, para desempolvar la vejez y contener una emoción muy sentida.

Los detractores del manchego, si se liberan de sus prejuicios, se encontrarán con una película sincera, pasional y emotiva. Los simpatizantes y acérrimos de Almodóvar disfrutarán de un viaje a uno de los cocidos madrileños cinematográficos más distinguidos que ha hecho nunca. Reencontrarse, estimar, mirarse a los ojos, confesar las angustias. La gloria es inaccesible si no se siente dolor. Duele, sí, pero vale la pena.

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El vicio del poder

El vicio del poder
Crítica de VictorRodrigo hace 3 años

7
El poder corrompe. Es una máxima inalienable que invade las cúpulas políticas de todos los estados del planeta. Existe un país, sin embargo, donde esta premisa se eleva por encima de todos los demás: los Estados Unidos. En un 2019 donde el país dirigido por Donald Trump sobrevive con un bloqueo federal en la administración, Adam McKay recupera la figura de Dick Cheney (interpretado por un insuperable e irreconocible Christian Bale) uno de los últimos dinosaurios vivos de la vieja política de Washington.

La película gira en torno a la obra política de Cheney, quien sirvió a las órdenes de varios presidentes. Sus inicios políticos se remontan a Richard Nixon, evolucionan con Gerald Ford, se consolidan con George H. Bush (el padre) y su poder alcanza el éxtasis haciendo ticket con George W. Bush (hijo) durante sus dos mandatos. Ejerció como secretario de Defensa, jefe de gabinete del presidente y de vicepresidente.

"El vicio del poder" es un puñetazo, seco, directo y en la garganta contra una forma de hacer política en Estados Unidos. McKay presenta un metraje muy ágil, cargado de ironía, humor ácido e inteligente, además de contextualizaciones históricas que nos situan en la trama. Al principio de la película explican que intentaron documentarlo todo, pero Cheney es una de las personas más herméticas que pisaron la Casa Blanca (con el permiso de Henry Kissinger, quien también sale en la película) y por tanto, partes del metraje son "ficción". Sin embargo, al final, el filme ironiza con un gag que la película está bien protegida, ya que han consultado antes con abogados.

El reparto es de lujo. Steve Carrell interpreta a Donald Rumsfeld, político adicto al poder, que introduce a Cheney en la política de la Casa Blanca. Sam Rockwell, ganador del Oscar a mejor actor secundario el año pasado, interpreta magistralmente a George Bush hijo. Otros secundarios destacados son personajes de la política estadounidense, como Colin Powell (Tyler Perry), secretario de Estado de Bush.

Amy Adams, pero, come en un plato aparte. Su papel de Lynne Cheney, esposa del ex vicepresidente, es la segunda pata principal de la película, coprotagonista de un filme marcado por la presencia de Bale pero que el guión no se sustentaria ni entienderia sin la vida de Lynne. Conservadora hasta la médula, es la verdadera mano que mueve los hilos de un mediocre político como era Dick al iniciarse en política. Ella lo acompañó en cada momento, decisión y bifurcación importante.

"Vice" (título en inglés) es una película difícil de visionar si no se tiene unos mínimos conocimientos que situen en contexto. Peca de simplista, ya que pretende aglutinar décadas de vida política alrededor de Cheney, además de ir construyendo una crítica muy ácida desde una posición muy de izquierdas. Es una crítica, sí, pero con argumentos y hechos contrastables: a la guerra de Irak, a la gestión de los atentados del 11-S y al concepto del poder que abanderaban hombres en la sombra como Cheney, Rumsfeld , Nixon, Bush o Reagan.

La crítica no sólo es política, también es social. Los gags / palos que recibe la sociedad de los Estados Unidos en esta película se necesitan contar con más de dos manos, centrándose en Donald Trump y la polarización radical de la opinión general, cada vez más arisca, escéptica y vendida al marketing o al periodismo mediocre y tergiversado (palo directo a Fox, con referencia literal).

"El vicio del poder", además, rompe la cuarta barrera e interpela directamente al espectador, lo hace cómplice y le cuenta la historia al oído. McKay juega con la trama, con la producción y la narrativa audiovisual, mezclando sketchs, fotografías, imágenes que ocurrieron realmente pero simuladas con los actores, vídeos y momentos reales, además de bromas fuera de contexto.

El poder, en manos de mediocres silenciosos que permanecen a la sombra como Cheney, provocan guerras, cientos de miles de muertos y escriben la historia con sangre. Películas como las de McKay, sin embargo, recuperan la dignidad, vuelven la verdad a la luz y encima, son buenas.

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Érase una vez en… Hollywood

Érase una vez en… Hollywood
Crítica de VictorRodrigo hace 3 años

9
La década de los años 60 fue una época gloriosa para la industria del cine de Hollywood. El séptimo arte gozaba de un éxtasis de producciones, nuevos géneros, estrellas con un impacto mediático que transgredía fuera de la pantalla y toda una ciudad donde se recogían todos estos ingredientes: Los Ángeles. En 1963 nació Quentin Tarantino en Knoxville, Tennessee. Dos años después, se mudaba con la familia a la ciudad de las estrellas, el escenario que cambiaría la vida del futuro realizador, la del cine y la de millones de personas. La novena y penúltima película de Tarantino ha dicho por activa y por pasiva que una décima sería la última de su carrera- es una carta de amor serena, nostálgica y madura a toda aquella época. El resultado es sólido, bajo una expectativa de magnitudes exageradas, fruto de la icónica figura del director y los actores que le acompañan en esta aventura.

Érase una vez ... en Hollywood disfruta de varios ingredientes de altísima calidad, cocinados a fuego lento, que presentan un plato cinematográfico de nivel pero distinto al que nos tiene acostumbrado Tarantino. Leonardo DiCaprio y Brad Pitt co-protagonizan el viaje entre estudios, decorados y bulevares cargados de pósters de películas. Encarnan un actor venido a menos, Rick Dalton y su doble de acción, Cliff Booth, en el ecosistema de Hollywood, una industria selvática donde sobrevivir después de estar en la cresta de la ola es un esfuerzo titánico. Su relación, actor-doble de acción, es otro apartado nostálgico de un modo de cine que Tarantino quiere rendir homenaje. En este escenario de estrellas, Tarantino nos presenta la actriz -real- Sharon Tate (Margot Robbie), vecina del protagonista, que juega un papel irregular en la trama.

Los dos actores representan el fin de una era, de una manera de hacer cine que todos aquellos que participaron y la disfrutaron miran atrás con nostalgia, cigarrillo en mano y un resoplido de horror para dar paso a los nuevos años 70: hippies, drogas, una moral desenfrenada. En este contexto, Tarantino introduce de una manera irregular a Charles Manson y su "familia", que cometerían varios asesinatos en masa. Con Hollywood de trasfondo, estas dos tramas arrancan paralelas hasta reencontrarse en un final made in Tarantino. Gags, cine dentro del cine, rodajes y vida de estrellas entre vestuarios son otros de los ingredientes con marca de la casa que los espectadores disfrutarán. Las expectativas, sin embargo, son mucho más altas que el resultado real que se encontrará el espectador.

Es por eso mismo que el nuevo film del director de Knoxville es el más sereno, maduro y casi romántico -a una manera de hacer, disfrutar y ver cine- que ha hecho nunca en su carrera. El in crescendo es mucho más lento de lo que nos ha tenido acostumbrados, ciertas escenas se alargan sin recrearse y la ambientación es adictiva. El apartado técnico de la novena obra de Tarantino es sensacional, un trabajo de orfebrería absoluta, elevada al máximo gracias a una persona: DiCaprio. El actor merece, sin lugar a dudas, la nominación a cualquier premio por esta película. Como los buenos vinos y el artista renacentista con quien comparte nombre, Leonardo nos regala una vez más sus dotes interpretativas, como un camaleón, como un monstruo cinematográfico que se come la pantalla cada vez que se pone ante la cámara de Tarantino. Brad Pitt es la pareja perfecta, en buena sintonía, con una química que arrancará sonrisas al público.

El papel de Margot Robbie en esta película es un misterio. Sin ella, el guión y la trama podrían funcionar perfectamente. La expectativa gira sobre ella en la temática de los Manson pero la interpretación final correrá a cargo del mismo Tarantino y todos aquellos que juzguen la película. No le encuentro otra explicación que la de ser un cebo de un mago que te engaña, haciéndote creer que la trama irá por un lugar y acaba marchando hacia otro. El toque final que nutre esta película para pasar del notable es la banda sonora. Quentin Tarantino es un maestro en el apartado sonoro pero este homenaje a la música de los años 60, a las canciones que sonaban en las radios -que bien vertebra el sonido radiofónico, los coches, los locales-, es sensacional.

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