En la cúspide de la carrera de Julia Roberts, Soderbergh creó un producto para su lucimiento, tanto de interpretación como de su físico, y es esa parte la que ocupa en exceso la pantalla.

Ella está deslumbrante, porque está todo preparado para ello, pero el producto en su conjunto peca en exceso de moralina. Está basada en hechos reales pero lo feo está sobradamente endulzado, para acercarnos a una Erin Brockovich mucho más comercial y para todos los públicos de lo que fue la original.

Y para quien dice que el punto fuerte es la enérgica protesta y lucha contra las grandes corporaciones, la lucha de David contra Goliath (incluso se menciona en la portada de una revista) y todo eso, que se pregunte si David aplaudiría por 5 millones a cambio de que la mitad de su familia tenga cáncer...

PD:
Si, el verdadero punto fuerte es el escote de la Roberts

Erin Brockovich no busca agradar ni resultar ejemplar: su fuerza está justo en eso, en ser incómoda, directa, desbordada, incluso agotadora. La ropa, el maquillaje y los tacones no son elementos para embellecerla, sino parte de su resistencia. No cambia para encajar; avanza a pesar de todo. Y ese es el corazón de la película. Soderbergh opta por una puesta en escena contenida, casi funcional, que deja espacio para que lo emocional surja de manera natural. En ese equilibrio entre lo íntimo y lo judicial está gran parte de su acierto: nunca se pierde el foco humano del conflicto, ni cae en el sentimentalismo fácil, ni intenta idealizar al personaje central, sino mostrarlo con contradicciones. Erin Brockovich es una historia que habla de justicia, sí, pero también de dignidad, de resistencia y de no pedir permiso para ocupar espacio.

Julia Roberts es la protagonista absoluta de esta película, su sola presencia llena la pantalla. Le da la replica Albert Finney que también lo hace muy bien. lLa película tiene una buena dirección y por poner una pega puede hacerse algo larga.