Cuando era niño, en la biblioteca de mi padre había un ejemplar de "Los papeles póstumos del Club Pickwick", en edición de bolsillo y tapa blanda que no leí hasta muchos años después. Antes llegaron a mi las historias de Dickens por el cine, esas estupendas adaptaciones de obras como Oliver Twst, Grandes esperanzas, la propia David Copperfield... historias de niños (o con niños, como se prefiera) que narraban aventuras con un regusto amargo que no siempre captaba.
Y es que si el hombre es esclavo del tiempo en el que vive, el hombre con talento lo es aún más... y el talento de Dickens ha servido como pocos otros para trasladarnos una época bien difícil propiciada por eso que conocemos por "Revolución Industrial". El crecimiento de las ciudades en la primera mitad del siglo XIX, al calor de las emergentes industrias fabriles, conformó la clase obrera y originó bolsas de pobreza como no se habían conocido hasta entonces, por más que siempre hubiera habido ricos y pobres desde que el mundo es mundo.
La difícil infancia de Dickens le llevó a trasladar con admirable sensibilidad la niñez en esos suburbios citadinos, lóbregos y oscuros, pero dotándoles de un sentido y un humor que, sin quitarles un ápice de su dureza, podían ser entrañables e inspiradores. Sigue siendo una delicia abrir las páginas de cualquier novela de Dickens y disfrutar con sus afiladas caracterizaciones.
Pero Dikens murió hace 150 años y a la mayor parte de los mortales ya no parece importarle demasiado. Aunque el mundo (permítaseme la licencia de asimilar el mundo con el espacio en el que vivimos, pues han habido partes de ese mundo que jamás han dejado de estar cercanas a ese nivel de explotación) haya comenzado a parecerse de nuevo demasiado a aquel que él describía, pocos niños o adolescente veremos con Oliver Twist en las manos o en su ipad.
Por eso la adaptación de Armando Iannucci, con todas sus licencias, me parece un intento entrañable de acercarnos a ese universo, reconstruirlo con más fidelidad al espíritu que a los detalles. Agradezco el sentido del humor de sus escenas, la limpia elegancia de su puesta en escena, el tono melancólico con el que Dev Patel parece almidonar todas sus interpretaciones, la casi aleatoria multiculturalidad de sus personajes. Y agradezco, sobre todo, que recupere y presente de una forma imaginativa el universo de uno de los grandes creadores de la humanidad.
Particularmente, la película me ha divertido y emocionado, me he dejado llevar por sus trucos y he disfrutado con unos secundarios estupendos, como la magnífica novela merecía. Y aunque puristas y desinteresados se alíen para criticarla, al final se trata de conseguir que el espectador se enfrente al film como un niño se sitúa frente a la primera página de un cuento.