Si te gustan los deportes o quieres ver algo realmente olímpico, aquí no lo vas a encontrar. Es una película de Astérix y Obélix, no podemos olvidar eso, así que tiene el estilo que se puede esperar, es comedia y los galos siendo los galos.

Cierto es que no hay mucha emoción en las pruebas, todo el mundo sabe cómo van a acabar, los romanos pretenden demostrar su superioridad pero ahí están ellos con la pócima de Panorámix para hacerles morder el polvo.

Como marco para ello tenemos una historia romántica que sólo aumenta más el punto cómico, evidentemente no es la típica historia romántica, aunque sí está muy visto lo de ganarse la mano de la princesa mediante una competición.

¿Es absurda? Sí. ¿Pasas un rato entretenido? Pues también.

Frédéric Forestier y Thomas Langmann dirigen el tercer live action de las aventuras de Astérix y Obélix, llevándonos en esta ocasión a los Juegos Olímpicos de Grecia para adaptar el cómic homónimo de 1968. Y bueno, si tuviéramos que dividir las adaptaciones en "libres" y "fieles", esta película inauguraría una tercera categoría llamada "mantenemos el título y luego nos pasamos el resto por el arco del triunfo", porque el parecido con la obra de papel es puramente anecdótico. En este sentido salen perjudicados los propios Astérix y Obélix, que se ven relegados a un segundo plano (especialmente el primero) para dar mayor protagonismo a una subtrama romántica que ni siquiera aparecía en el cómic, al igual que el muy cansino personaje de Bruto y su excesivo afán por chupar cámara.

Como adaptación suspenso, pero... ¿y cómo película? Bueno, digamos que le pesa bastante el estar dirigida por dos directores diferentes y guionizada por media Francia (Olivier Dazat, Thomas Langmann, Alexandre Charlot y Franck Magnier), lo que se acaba traduciendo en una irregular sucesión de momentos donde no todos resultan igual de divertidos. Una menor duración (son dos horas de peli a pesar de que el argumento tiene menos complicación que el mecanismo de un botijo) y un mejor montaje habría sido lo ideal, conservando así los mejores chistes y eliminando toda la morralla. Para mi gusto, le sobran algunos gags demasiado facilones, ciertas referencias forzadas a otras pelis y casi todos los cameos de famosos que apenas aportan nada. Por supuesto tendrá su público, pero me sigo quedando con el estilo de comedia satírica de los cómics, mucho más ingeniosos y respetuosos con sus propios personajes.

Para pasar el rato puede valer, pero solo para los no familiarizados con la obra original, quienes se librarán asi de sentir la dolorosa puñalada de la profanación en sus corazones.

Nunca fui especialmente fan de estos personajes, pero las películas animadas me servían para entretenerme un sábado por la mañana. No puedo decir lo mismo de la adaptación 'live action'.

Cuando las 'gracietas' no arrancan ni una sonrisa es que algo falla, y este 'sentido del humor' no es lo mío. El 'fan service' francés final está metido con calzador y se lo podían haber ahorrado.

Demasiados cameos, demasiadas referencias, demasiadas 'apariciones estelares'.

No había visto ninguna de las películas live-action de Astérix y la verdad, a mí que me dejen con las animadas, que me gustan mucho más. Mientras Gerard Depardieu sí me convence como Obélix, este Astérix no me gusta nada, no sé como serán los otros, ya que ha sido encarnado por diferentes actores.
En esta ocasión, Lunátix, un miembro del poblado galo, se enamora de la princesa griega Irina, cuyo matrimonio ha sido acordado por su padre con Bruto, el hijo de Julio César. La mano de la princesa será el "premio" para el ganador de los juegos que se llevan a cabo en la ciudad de Olimpia, que en palabras del César, ***contenido con spoilers*** .
El principal problema es que esta trama no da para dos horas y algunas pruebas son más bien relleno. Además, a pesar de ser una película de Astérix y Obélix, el papel de estos es bastante secundario y Bruto, por desgracia, es quien acapara más tiempo en pantalla. Digo por desgracia, porque se me ha hecho un personaje algo pesado y mucho menos gracioso de lo que pretende. Santiago Segura y su socio tampoco es que llamen mucho la atención más allá de la curiosidad de encontrarte españoles en una película francesa. Por cierto, que en los créditos aparece Mónica Cruz también, y no soy consciente de haberla visto.
Tiene bastantes anacronismos y detalles chistosos, pero lo mejor de la peli es un César muy César, los cameos de grandes deportistas, y en especial la última prueba, ***contenido con spoilers*** .
Es una película entretenida para pasar el rato, pero buena, buena, no es.