Muchas han sido las adaptaciones realizadas sobre la ilustre figura de Sherlock Holmes y pocas las que no hayan triunfado, pero, si tuviera que quedarme con una sola de ellas, sería sin lugar a dudas con 'Sherlock', la genial serie sobre las aventuras del famoso detective escrita por Steven Moffat y Mark Gatiss para la BBC. Ambos guionistas, quienes ya habían demostrado su talento y buena sinergia en 'Doctor Who', asumieron la nada sencilla tarea de llevar al archiconocido personaje de Arthur Conan Doyle a la época moderna; una donde los carros tirados por caballos, las lupas y los mapas tradicionales daban paso a los coches, las pruebas de ADN y el GPS. Esta arriesgada actualización del detective, ahora provisto de un smartphone y conexión a internet, no solo no afectó a la esencia clásica del personaje —tan obsesivo, perfeccionista e irónico como siempre—, sino que ahora, además, se abría ante él todo un nuevo abanico de posibilidades para poder poner en marcha sus conocidas dotes para la observación y el razonamiento deductivo.

Aparte de su peculiar personalidad (genialmente encarnada por un Benedict Cumberbatch antológico), Sherlock también mantiene a su siempre inseparable y leal doctor Watson (un no menos brillante Martin Freeman), la contraparte perfecta de sensatez que el atribulado detective tanto necesita. La relación entre ambos es sin duda uno de los puntos fuertes de la serie y, de algún modo, es también la excusa para que podamos adentrarnos en las complejidades de un personaje tan emocionalmente hermético como es el de Sherlock, habitualmente conocido por sus virtudes pero no tanto por sus debilidades. Esa versión más humanizada del investigador nos permite empatizar mejor con él mientras, al mismo tiempo, se añade una mayor carga emocional a unos casos que conservan la misma intriga y fascinación que los firmados por Conan Doyle hace ya más de cien años.

Y, aunque es cierto que la serie lleva desde 2017 en un extraño estado en el que no se sabe muy bien si está finalizada, pausada o simplemente en el limbo, no cabe duda de que sus cautivadores personajes, su maravillosa puesta en escena y su soberbio guion la siguen manteniendo no solo como una apasionante reimaginación de todo el universo sherlockiano, sino también como la que para muchos (entre los que me incluyo) es la mejor adaptación del icónico morador del número 221B de Baker Street. Imprescindible experiencia seriéfila.

Seguramente todos en mayor o menos medida habrán oído hablar del cuidado que pone la televisión británica en sus series, tardan siglos entre temporadas y son muy cortas, pero porque no dejan nada al azar. Y cómo no iban a cuidar a Sherlock Holmes.

Una ambientación moderna que le sienta muy bien y capítulos de hora y media que se te pasan volando, con casos que incluso invitan al espectador a intentar averiguar quién, cuándo pero sobre todo cómo. Aun así, en lo que piensas un solo dato, Sherlock ya habrá sacado todas las conclusiones posibles, oírle hablar es fascinante.

Pero no sólo tenemos investigaciones y malos a los que atrapar, o un Moriarty impecable de la mano de Andrew Scott, sino también drama, mucha tensión, acción, romance y sobre todo momentos de lo más divertidos, porque a Sherlock hay que darle de comer aparte muchas veces pero se hace querer. Pero sobre todo tenemos a unos Benedict Cumberbatch y Martin Freeman increíbles de principio a fin en sus papeles y en la química que desprenden en cada capítulo, este Sherlock y este Watson serán eternos. Y la señora Hudson merece un spin off para ella sola.

Buena serie sobre un Sherlock Holmes moderno, protagonizado por Benedict Cumberbatch, personalmente prefiero la versión de Robert Downey Jr, uno mas fisico, peleón y gracioso. Siempre me he sentido atraído por este personaje, por sus conjeturas, deducciones y mente analistica, lo que menos me gusta es su búsqueda autodestructiva.

La calidad de imagen y sonido es muy buena.

Recomendable, las temporadas son de pocos episodios, cada uno dura como una película.