
Kate Winslet
Clementine Kruczynski
Una mujer usa los servicios de una empresa para borrar de su memoria todo recuerdo de su ex pareja. Ofendido, el hombre intenta hacer lo mismo que ella, pero el proceso no sucede según lo esperado y el protagonista debe atravesar la gigantesca marea de recuerdos de su propio cerebro para recomponer las cosas.
De las incontables locuras que podrían hacerse por amor, quizás el propio acto de enamorarse ya sea, de alguna manera, la mayor de todas ellas. Esa bendita locura que supone el abrir tu corazón a otra persona, dejar que conozca tus más íntimos pensamientos y compartir con ella todo cuanto sientes y padeces, pero también quedar expuesto al más lacerante de los dolores. Cicatrices que nunca parecen sanar y cuyo imborrable recuerdo, escrito a fuego en lo más profundo de nuestro ser, sigue extendiendo su eco más allá del tiempo. A Joel lo despierta uno de esos dolores: difuso, persistente y, en cierto modo, confuso. No sabe qué es lo que lo ha traído hasta la remota Montauk ni por qué siente el impulso de hablar con una desconocida, pero hay algo mágico en ella, en la siempre espontánea Clementine, que le resulta familiar. Como si su alma, ahora reducida a jirones, la estuviera buscando desde antes incluso de saber que la había perdido. El eterno resplandor de una mente sin recuerdos pero que nunca, ni aun con todo el pesar en ella acumulado, ha dejado de sentir.
En ese pulso entre lo que uno desea olvidar y lo que se niega a ser borrado, cruce inevitable donde melancolía y esperanza se encuentran, late el alma de toda la película. Algo que el propio Alexander Pope, en el poema del que surge el título de la película, ya retrató bajo ese poso de amarga belleza que nos recuerda, como bien se encargan de recalcar tanto Michel Gondry como Charlie Kaufman —director y guionista respectivamente—, que nunca hay luz sin oscuridad. Que el amor no se define realmente por su promesa de eternidad, sino por la manera en que es capaz de permanecer, incluso cuando todo se ha roto, dentro de nosotros mismos. El desgarrador proceso de extirpar un sentimiento del recuerdo reconvertido, de la mano de unos fantásticos Jim Carrey y Kate Winslet, en una preciosa elegía fragmentada —tan caótica y emocional como la propia memoria— a los pequeños gestos, a las conversaciones improvisadas y a todas aquellas miradas fugaces, antaño compartidas con la persona especial, que no hacen sino dar forma, incluyendo tanto lo bueno como lo malo, a todo cuanto alguna vez fuimos. La perfecta representación de que todo en la vida son recuerdos y que los recuerdos, personas son.
«Puedes borrar a una persona de tu mente, pero sacarla de tu corazón es otra historia».
Película bonita, emotiva, algo triste pero también extrañamente reconfortante. Me esperaba algo interesante por referencias pero ha superado con creces mis expectativas. No soporto a Jim Carrey, pero en esta película está contenido y hasta tierno, haciendo un buen trabajo interpretativo. Kate Winslet está extraordinaria como siempre.
Eternal Sunshine of the Spotless Mind (la traducción española del título le quita bastante de su tono poético, así que mejor olvidémosla) es, por un lado, una historia de amor contada de una forma completamente original y, por el otro, un mensaje sobre la importancia de los recuerdos, cómo nos construyen, cómo querer borrarlos no es a menudo una buena idea porque es lo que somos e incluso con errores la vida son recuerdos. Diría que su estructura narrativa es el gran acierto de la trama, hace que quieras saber qué ocurre porque no está contada de forma típica. Los personajes secundarios también cogen bastante fuerza y cumplen muy bien su cometido sorprendiendo con esa segunda historia en paralelo. Y ese toquecito de ciencia ficción me ha encantado (es como si cubriese todas las cajitas de lo que me gusta) porque además es una ciencia ficción completamente cotidiana y que te presentan de forma muy plausible en la historia. A través de un procedimiento que extrae los recuerdos a alguien, que te introducen en la trama como si fuese una consulta médica cualquiera, sin grandes avances futurísticos y tecnológicos. Todo muy del día a día y sin desentonar.
El tono casi melancólico envuelto en recuerdos de la película se mezcla a veces con situaciones más surrealistas y hasta cómicas (por ejemplo, al meterse en recuerdos de cuando el prota era niño, lo cual permite a Jim Carrey dar rienda suelta a su faceta más histriónica pero de nuevo perfectamente contenida). Todo me ha gustado, bien planteada y bien interpretada, duración perfecta sin excesos y con momentos preciosos. ¿Qué pasaría si pudiésemos borrar nuestros recuerdos? ¿Se puede borrar a alguien de nuestra vida como si arrancases una hoja de papel o la memoria es algo más emocional que subyace incluso cuando "no recordamos"?
Muy recomendada. A mí me ha tocado varias fibras sensibles, aunque supongo que su efectividad depende de si conectas o no con lo que te cuenta. Me la guardo entre mis películas favoritas y revisionables. No apta para atazagorafóbicos (¿o sí?)
No me suelen gustar las comedias románticas, pero Eternal Sunshine of the Spotless Mind (me niego a llamarla ¡olvídate de mi!) me ha parecido fantástica.
Su punto fuerte es sin duda la forma en la que está narrada. Me ha gustado mucho ir descifrando qué estaba viendo y me parece que el orden de las escenas es perfecto. Debo agradecer a quien decidiese lo de los tintes de pelo de Clementine porque la verdad es que me ha sido muy útil para situarme.
El reparto es buenísimo: Jim Carrey y Kate Winslet están fantásticos, pero Mark Ruffalo, Elijah Wood, Kirsten Dunst y Tom Wilkinson no se quedan atrás. Me ha gustado mucho el contrapunto de las historias de estos últimos (aunque Patrick era demasiado creepy).
Eternal Sunshine of the Spotless Mind es una preciosa reflexión sobre la memoria y sobre lo importante que es que vivamos todos y cada uno de los momentos de nuestra vida, porque forman quienes somos y nos hacen avanzar. Si los olvidamos, estamos condenados a repetir todos nuestros errores (y a lo mejor también nuestros aciertos).
Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004) es una de esas películas que te deja pensando mucho después de verla. Imagina que pudieras borrar a alguien de tu mente por completo, como si nunca hubiera existido. Esto es lo que le sucede a Clementine, quien, al no soportar su relación con Joel, decide borrarlo de su memoria. Pero, como en el amor, las cosas no siempre son tan simples y los recuerdos tienen una fuerza que ni la ciencia puede controlar.
"¡Olvídate de mí!" juega con el tiempo y la memoria, mezclando presente, pasado y posibles futuros de forma desordenada. Los personajes, interpretados por Jim Carrey y Kate Winslet, nos llevan por un viaje emocional donde lo que realmente importa no son los recuerdos borrados, sino el amor y la conexión que seguimos buscando, aunque intentemos olvidarlo todo. Aunque parece algo surrealista y confuso, lo que está en el fondo es muy humano: la necesidad de amar y ser amado, y cómo los recuerdos, aunque dolorosos, nos definen.
Sin duda, es un reto para la mente, pero también un viaje emocional que vale la pena. ¡Totalmente recomendable si buscas algo diferente!
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