Crítica de Mary and Max por AdrianStark

Una película de animación stop-motion con un toque trágico y melancólico. La trama sigue la relación epistolar entre Mary, una niña australiana de padres negligentes, y Max, un hombre adulto neoyorquino solitario y con Síndrome de Asperger. He de reconocer que aunque estuvo en mi orbita mucho tiempo tarde en verla porque pensé que su tono era muy distinto al que finalmente tiene. Quizás fue el uso de colores apagados y su aspecto oscuro, que junto a la propia técnica predispone un poco al dramatismo, lo que me llevó a pensar en esta película desde la perspectiva de la tragedia. Ciertamente no es una película que podríamos considerar “alegre”, pero esta muy lejos de ser un drama puro y duro. De hecho, disfruta de un humor muy propio, acido e irónico en muchos aspectos, y un gusto, casi analítico, por las pequeñas cosas: tanto Mary como Max viven vidas difíciles, pero consiguen disfrutar de la vida encerrados en sus propios mundos y siguiendo sus propias rutinas. Las cartas entre ambos personajes van a actuar no solo como canal de comunicación, sino como vía de escape de sus realidades y una forma de conectar con otro ser humano. Aquí vemos la importancia de la amistad y como nos ayuda a superar nuestros propios problemas, la importancia de compartir gustos, seguir rutinas similares o tener las mismas neuras; de hecho, a medida que va avanzando la historia vemos como ambos personajes van a ir influenciándose (tanto para bien como para mal). Su principal atractivo es, desde luego, tratar temas tan complicados como las enfermedades mentales (en especial el Asperger), la ansiedad, la soledad, el bullying o las tendencias autodestructivas (el alcoholismo, la mala alimentación o el suicidio). En definitiva, se trata de personas solitarias, con perspectivas distintas hacia la vida (por salto generacional y por su contexto), que buscan establecer lazos de amistad para huir de sus problemas.