Crítica de Garra por BlackSwan

Las películas de deportes tienen una fórmula clara: un protagonista con talento pero con obstáculos que superar, un mentor que cree en él, desafíos aparentemente imposibles y una dosis de emoción que atrape hasta al espectador menos interesado en el deporte en cuestión. Garra cumple con esa receta, pero lo hace con un nivel de autenticidad que pocas veces se ve en el cine de baloncesto.

Adam Sandler demuestra, una vez más, que cuando se pone serio puede ser un actor de primer nivel. Su interpretación de Stanley Sugerman tiene esa mezcla de agotamiento y esperanza que hace que el personaje sea entrañable sin caer en el sentimentalismo barato. Además, la relación entre él y Bo Cruz se siente genuina, sin forzar la típica dinámica de "entrenador y pupilo" que hemos visto mil veces. Juancho Hernangómez sorprende con una actuación bastante sólida, algo poco común en atletas que prueban suerte en el cine. Y Anthony Edwards… bueno, cada vez que aparece en pantalla, es imposible apartar la vista.

Uno de los puntos fuertes de Garra es cómo plasma la realidad del baloncesto profesional: las pruebas, los entrenamientos, las presiones de la industria y el sacrificio que implica llegar a la NBA. No todo es magia y talento, y la película lo deja claro sin necesidad de exagerar el drama. También ayuda el hecho de que la cinta está repleta de cameos de jugadores y entrenadores reales, lo que le da un aire más creíble y atractivo para los aficionados.

Sin embargo, no es perfecta. La historia no se aleja demasiado de los clichés del género, y aunque tiene momentos memorables, no reinventa la rueda. Hay escenas que se sienten predecibles y algunos diálogos que podrían haber tenido más chispa. Pero eso no quita que sea una película disfrutable, emocionante y bien hecha.

Si te gusta el baloncesto, Garra es un acierto seguro. Si no te interesa demasiado el deporte, sigue siendo una película entretenida con personajes bien construidos y una buena dosis de corazón.