Es curioso, pero las películas gastronómicas y culinarias siempre producen un efecto en el espectador cuando las visionan. El problema de los biopics de historias de éxito es que se cae rápidamente en un realismo aburrido. Aquí, la vida de nuestro protagonista es lo suficientemente azarosa como para mantener el ritmo. Entre una historia que transcurre en 2 épocas diferentes, lo que puede confundir al espectador y un sentido del detalle y del ritmo muy bien llevado pero que puede fallar, esta película tiene la cualidad de contar y entretener bien. En “Repostero y Chef”, es fácil darse cuenta del trabajo que es francamente bueno. La historia se sostiene aunque es un poco irregular; la dirección es magnífica pero tengo un problema con el montaje. La dirección es el punto fuerte de la película, y lo primero que llama la atención es el trabajo de iluminación. El director de fotografía ha sabido gestionar muy bien la imagen, ya sea en las secuencias de cocina o en los ensueños al aire libre; nada se deja al azar. Apoyándose en el encuadre, la película consigue crear una fotografía muy contemplativa. La música me parece muy sorprendente; es suntuosa, a medio camino entre el hip-hop y el drama, y el compositor sabe claramente cómo acompañar a los igualmente excelentes actores. En cambio, el montaje es un poco laberíntico: la alternancia de flashbacks con el presente, seguida de una elipsis, es un poco confusa y podría perdernos al principio. En cuanto al guión nos sumerge directamente en los hechos; puede que esté bien escrito, pero hay una gran falta de información. La película se divide entre la infancia de Yazid Ichemrahen y sus comienzos en el mundo de la pastelería. El desglose está muy logrado y da a la película un ritmo general muy bueno, entre risas, lágrimas y la emoción del éxito. Por lo demás, la historia es conmovedora y a veces perturbadora. Por otro lado, encuentro que muy pocos de los actores son convincentes; Riadh Bellaiche consigue liberarse de su personalidad de influencer e interpreta muy bien; los demás no tienen un desarrollo notable y es una pena. De momento, el desarrollo del personaje interpretado por Riadh Bellaiche es bonito y totalmente coherente con lo que se nos muestra (le falta un poco de fondo). A pesar del montaje, nos encontramos ante una película conmovedora que merece la pena ver.

Una nueva muestra de cine social francés, tan defensor de su pluralidad cultural como repetitivo en sus errores.
Son tantas las películas que inciden en la dificultad y falta de oportunidades del pueblo argelino que se puede pensar que son mayoría, incluso sobre los franceses. Y siempre desfavorecidos, por orígen familiar, por entorno, por racismo...

De cualquier forma, se distinguen 2 partes entremezcladas en esta película.
El drama de la relación familiar de Yazid, especialmente tormentosa con su madre, con viajes ida y vuelta al pasado, y con un niño que se parece poco al adulto (flaco favor a la credibilidad) , pero que sin duda es la parte más intensa y aprovechable.
Y el sacrificio en lo que es su pasión, la repostería, por la que lo apuesta todo y que lo hemos visto en innumerables ocasiones, aquí añadiendo imágenes a cámara lenta que parecen sacadas de un anuncio de bombones.

El final se ve venir de lejos, cuando pones en tal desventaja al pueblo argelino y tu intención es ser ejemplarizante, sólo puede acabar arriba, por compensar. O quizás sea porque no vas a contar la historia del que se queda por el camino, o porque hemos visto el mismo cuento muchísimas veces.

PD: Si tienes la sensación de que ya has visto a Yazid antes, pon una rata bajo su gorro, estoy seguro de que buscaron inspiración en el chef Remy