Fubar es el vehículo perfecto para el maduro Arnold, tan divertida como intranscendente y simple. Un personaje carismático hecho a su medida, con grandes dosis de acción arropada con comedia, un género en el que siempre se ha sentido cómodo. No busques soluciones demasiado elaboradas, pues todo es bastante pueril y, pese a que puede resultar un poco repetitiva a base de repetir capítulo tras capítulo un mismo esquema, lo cierto es que se ve con el mismo placer con el que se olvida.

Impactante drama que narra con minuciosidad la investigación de una serie de violaciones centrándose en el sufriemiento causado en las víctimas y enfatizándo en la importancia que tiene la profesionalidad en la investigación y como para las víctmas es una auténtica lotería el modo en el que serán tratadas en función de la respuesta que den las instituciones (principal, pero no exclusivamente, policiales) en el soporte a la víctima.
El equilibrio entre géneros, social, denuncia, drama y thriller es magnífico y enriquece a la serie cargándola de matices y haciendo partícipe al espectador, de cualquier género, en la carga psicológica que la agresión sexual supone para la víctima y en el desgaste que genera también en los investigadores si asumen con implicacion su trabajo.
En los tiempos que corren, donde la violación es un delito muy presente en nuestras sociedades para el que las instituciones, con frecuencia, no parecen preparadas, la serie adquiere un significado didáctico inestimable.
Por si fuera poco, además de contar con un guion estupendo, las interpretaciones están maravillosamente ajustadas; Toni Collete suele engrandecer todo aquello en lo que participa, pero el resto del reparto no se queda atrás.
Serie dura pero imprescindible.

Sánchez Arévalo no se anda con tonterías, puestos a jugársela mete en la cocterlera un montón de ingredientes que molestarán a muchos y se marca una auténtica maravilla. Una historia de gestos que, desde la introducción al primer capítulo, nos involucra en una historia de amistad generacional con la que es practicamente imposible no empatizar, seas hombre o mujer, tengas 20, 30, 40 o 50 años. Cada situación destila verdad y nos lleva con naturalidad por la senda de la risa y el llanto, de la emoción, al fin y al cabo.
Hace más de diez años, Guillaume Canet se marcó otra joya , "Les petites mouchoirs" (Pequeñas mentiras sin importancia) con ingredientes similares: amigos treintañeros que tienen que enfrentarse a la realidad de la vida que es y no la que pudo haber sido, apoyado en una banda sonora impactante. En aquel entonces, Sáchez Arévalo se marcaba una de sus mejores películas "Primos" donde los protagonistas eran solo hombres, pero que, en tono de comedia, nos ofrecían otro tratado sobre la amistad. Ahora Sánchez Arévalo, más maduro por naturaleza, está más cerca de aquel Canet que de su propia visión y, también apoyado en una sobresaliente banda sonora que recomiendo escuchar por sí misma, mezcla con delicadeza comedia y drama a través de cinco personajes femeninos vulnerables y de carne y hueso.
Empezaba mi comentario diciendo que Sánchez Arévalo asume riesgos, pues su acercamiento al universo femenino será polémico para una parte del público potencial que puede acusarla de "feminista", como si eso pudiera ser un demérito, y hacerle la guerra (he visto algunas puntuaciones ridículas en otras páginas), pero la serie destila sensbilidad y emoción en cada capítulo, y muestra una sensación de libertad muy gratificante, libertad de la que se siente cuando puedes comportarte como te dicta tu corazón, no libertad de tomarse una cerveza en una terraza.
"Las de la última fila" es un lujo de serie, con unas interpretaciones fabulosas, algunos cameos muy acertados y con gestos, muchos gestos sencillos, casi sin importancia para los que no los viven, de los que mantienes en tu memoria de por vida y a los que recurres cuando ya parece no quedarte nada que abrazar.

Dejando claro de que como serie de terror cumple con creces y no desmerece de sus "hermanas mayores", las películas, he de decir que me han parecido demasiados episodios para lo que cuenta; con siete u ocho hubiera sido suficiente para contar lo mismo y evitar la sensación de estancamiento en la que cae en los capítulos centrales. En general, se plantean/resuelven pocas cosas en cada capítulo y la acumulación de personajes e historias acaba por difuminar el interés de personajes que eran muy interesantes.
No obstante, la sensación final es de un producto muy bien elaborado y que, dejando de lado ese "estiramiento" de las situaciones está bien resuelto, con unas interpretaciones para recordar (cómo no, Jessica Lange y Evan Peters. por encima del reto)

La serie continua con su esquema clásico de juego de perspicacias entre asesinos blancos y ricos, de gran inteligencia todos ellos, y el desaliñado Colombo, introduciendo alguna pequeña variación formal pero manteniendo el sentido del humor cararacterístico de la serie. En mi opinión, es inferior a la primera temporada, si bien hay capítulos notables. Vuelven las estrella invitadas de tronío con apariciones de gente como Mel Ferrer o Anne Baxter (en el mismo capítulo) o un joven Leonard Nimoy y repitiendo Robert Culp o Ray Milland.
Con todo, es un goce recuperarla.

Mítica serie con un más mítico personaje, el teniente Colombo, interpretado magistralmente por Peter Falk, un detective que forma parte de la iconografía de la historia de la televisión.
La serie mantiene durante toda la temporada una estructura idéntica en los 75 minutos de cada uno de sus capítulos; el los primeros minutos se nos presenta un crimen, se nos muestra al asesino, sus motivaciones y se nos muestran los detalles del asesinato. Acto seguido entra en escena el teniente Colombo, un hombre gris, que haciéndose el despistado, intentará descubrir las endebleces de lo que el ejecutor consideraba un crimen perfecto y alentando al espectador a jugar con él a intentar descubrir dónde estuvo el fallo que lo lleve entre rejas. Un juego de gato y ratón que, como ocurre en las películas de Batman, es más interesante cuánto más carismático es el villano.
Además, la serie nos permite ver como "guest star" a viejas glorias en apariciones estelares y también a actores que despuntaron después en otros roles.
A la postre, recuperar la primera temporada de Colombo supone un ejercicio entrañable de nostalgia y una oportunidad de contemplar una serie muy entretenida, inteligente y con un fin,o y algo negro, sentido del humor.

Soy de la opinión de que el cine, al menos tal y como lo conocemos, tiene los días contados y lo enterrarán las series. Cuando una plataforma se mete a productora y hace números,le sale mucho más barata la producción de una hora de serie que una hora de película y poco a poco se han limado las cifras de visionado hasta poner a las series por delante. Por su lado, las productoras "tradicionales" están "serializando" sus producciones más rentables, con lo que acaba sonándonos a timo el pasar por taquilla todos los años para ver un pequeño avance en la historia de nuestros personajes favoritos, rodeado, eso sí, de historias repetitivas y muchos efectos.
Dicho esto, el principal problema que veo como espectador es que me roben el desenlace de cada historia. El desenlace siempre ha sido una parte fundamental en cualquier narración, incluído el cine, pero en las series se ha convertido en una necesidad molesta para los guionistas (los verdaderos amos del cotarro) en un producto que rara vez rinde pleitesía al director (amo por derecho en una película). Así la mayoría de las series van estirando ideas y situaciones por temporadas y temporadas sin necesidad de un final relevante, al que no se le pide resolver, sino no perjudicar a la posible renovación que llegará en función de los resultados económicos de la serie. Así, cuando el final definitivo llega, lo hace no por planificación o coherencia narrativa, sino como eutanasia lánguida a un enfermo sin solución.
Perdón a todos por tan largo preámbulo, pero era una reflexión que llevaba tiempo queriendo trasladar y, The Boys me ha parecido una ocasión estupenda pues, refleja a la perfección esta situación de no cierre o de cierre hurtado.
La historia es interesante que no original, dar un giro a la figura de los superhéroes es una evolución más que previsible y que ya se ha apuntado en otras ocasiones, incluídos los X-Men, pero está hecho de una forma muy entretenida, con personajes bien construidos y un equilibrio acción/narración conveniente. Sin embargo, cuando llegamos a los últimos capítulos, nos vamos dando cuenta de que no hay posibilidad de darnos un final satisfactorio y que solo nos vamos a quedar a la espera de que llegue la segunda temporada.

La primera.
Llegó antes de que lo llamaran culebrón y nos pilló a todos desprevenidos.
Nos presentó al primer gran villano: JR
Estamos ante una de esas series míticas que sirvió de avanzadilla a otros sucedáneos como Dinastía y Falcon Crest, que seguían su patrón al cien por cien. y que con un esquema simple de buenos y malos, mantuvo a toda una generación de televidentes ante la pantalla del televisor semana tras semana.
Cuando Juego de Tronos no era ni una idea lejana en la mente colectiva de la humanidad, teníamos Dallas.

No creo exagerar al decir que Alf es la madre de series como Los Simpson, South Park y todas aquellas otras que vinieron después y que hicieron bandera de un humor más ácido y adulto, apartándose del concepto de que televisión familiar era sinónimo de ñoño.
Tengo la suerte de conocer a su creador, Tom Patchett, haber compartido alguna anécdotas sobre la serie y es un tipo que explica perfectamente el tono de la serie.
En definitiva, un giro a las series familiares que conserva su tono positivo y su excelente sentido del humor.