Crítica de Supongamos que Nueva York es una ciudad por Sandris

En estos momentos turbulentos en los que no paramos de consumir contenidos en streaming día sí día también, encontrarnos con algo que nos pellizque un poco por dentro es casi misión imposible. Y, sin embargo, Netflix decide descubrirnos una joya tan novedosa como magnífica de la mano de Martin Scorsese. El cineasta dirige esta peculiar miniserie documental en la que realiza una serie de entrevistas a su gran amiga Fran Lebowitz a la que yo apenas conocía de nada. ‘Supongamos que Nueva York es una ciudad’ es un soplo de aire fresco en un entorno tan viciado como el actual, una profunda y preciosa reflexión sobre la ciudad de Nueva York de la mano de una mujer tan divertida como incisiva. Todo se impregna de ese espíritu tan característico de Woody Allen (sobre todo con su película ‘Manhattan’) con ese humor tan sarcástico, sus ácidos comentarios sobre las cuestiones sociales que atravesamos, sus opiniones para nada convencionales y su tierna amistad con Scorsese. Una serie perfecta para desconectar del mundanal ruido, para reírte con ganas y para acercarte a dos de las mejores mentes que el mundo ha decidido dar. Como curiosidad personal tengo que admitir que jamás había visto a Martin Scorsese reírse tanto y de esa forma. Había momentos en que parecía que se caía de la silla escuchando las desternillantes anécdotas de su amiga. Admirable.
Una auténtica oda a la ciudad que nunca duerme y a una mujer que podría cambiar el mundo si ella quisiera y que a mí me ha conquistado para siempre con ese intenso cariño que siente hacia los libros. Termino con una cita suya y os insto a que disfrutéis de ella y de este peculiar formato que se ve en un suspiro.

“Seas quien seas solo tienes tu vida, pero en los libros tienes tropecientas vidas. Para mí es una forma de ser inmensamente rico, por eso nunca me importó el dinero. En cuanto sabes leer, eres increíblemente rico.”