Redactada: 2024-12-27
Nos vendieron que este “Nosferatu 2024” era un regreso al mito vampírico original. Robert Eggers, estudioso de la superficie, se mantiene fiel a la historia de Murnau (y de Bram Stoker) al tiempo que impone su propia visión. En “Nosferatu 2024”, Robert Eggers revisa con brillantez el icono del vampiro, lejos de los clichés románticos o ostentosos (aunque haya momentos en los que veamos veamos reflejados las personalidades de míticos personajes del entorno vampírico). La película rinde homenaje al mito popular de Europa del Este, incorporando referencias a figuras legendarias como los Striges y los Lamies, al tiempo que explora una oscuridad psicológica y visual. Eggers dirige a un vampiro, interpretado por Bill Skarsgård, que evoca tanto al Nosferatu expresionista de Murnau como a los monstruos míticos. Orlok ya no es seductor: es un frío depredador, símbolo del mal absoluto. Lily-Rose Depp, en su primer papel importante, realiza una interpretación apasionante, oscilando entre la posesión y la histeria, en una lucha entre la fe y la racionalidad. La película destaca por su hipnótica estética gótica y su enfoque psicosexual. La relación entre Ellen y Orlok reinterpreta el mito desde el ángulo del consentimiento, una idea poco frecuente en las historias de vampiros. Ellen se convierte en una heroína sacrificada, la única capaz de derrotar a Orlok mediante un acto voluntario, reminiscencia de los motivos cristianos. La película ofrece también una lectura más intimista y alegórica, explorando la dinámica de una pareja y los complejos vínculos entre los protagonistas y el vampiro. El guión presta especial atención al personaje femenino, cuyas emociones, deseos y tormentos se convierten en el corazón de la historia. Eggers cuestiona la tensión entre ciencia y religión a través de personajes complejos, entre los que destaca Willem Dafoe como profesor escéptico ante lo inexplicable. Mezclando expresionismo y romanticismo en su fotografía y decorados, “Nosferatu 2024” trasciende el simple remake para convertirse en una obra moderna y visceral. No es sólo una reinvención del mito, sino una oda al cine de género, donde lo espectacular se une a lo profundamente simbólico. Con su dirección artística nocturna, sus decorados y su vestuario, la película podría compararse a un pequeño resumen del imaginario gótico, bellamente ilustrado y puesto al servicio de una trama conocida por todos. Desde las primeras escenas, la belleza visual de la película es impactante. La dirección de Robert Eggers está repleta de planos dignos de cuadros, apoyados por un excepcional trabajo de fotografía e iluminación. El uso del claroscuro y las sombras es magistral, recordando la estética de la película original, pero también amplificando su aspecto de fábula onírica y gótica. Las escenas nocturnas están rodadas en un estilo casi en blanco y negro que el cineasta domina a la perfección, lo que multiplica por diez la atmósfera, como si emergiera de un sueño encantado. Algunas de las escenas más inspiradas provocan incluso escalofríos: como la llegada de Thomas Hutter (Nicholas Hoult) al castillo del Conde, la escena inicial, que incluye un jump scare bastante… o la primera cena entre Hutter y Nosferatu, donde la penumbra sólo revela los ojos brillantes del vampiro.
El vampiro, como el tiburón de Spielberg o el Alien de Scott, sólo aparece gradualmente ante el espectador, lo que amplifica su aura enigmática y amenazadora.
Y todo ello servido por un reparto magistralmente dirigido.
Sin embargo, a medida que el rostro y el cuerpo del monstruo (y su improbable bigote) se van enfocando, la película se empantana un poco, por no decir que quitando algunos sustos la primera hora y media de película se hace larga y lenta… muy lenta.
Si no eres fan de la vertiente fría e inquietante del cine de Robert Eggers, está claro que ésta no es la película que te reconciliará con el director. Pero si, como a mí, te fascina su mundo, es probable que Nosferatu sea una experiencia cinematográfica memorable.
El vampiro, como el tiburón de Spielberg o el Alien de Scott, sólo aparece gradualmente ante el espectador, lo que amplifica su aura enigmática y amenazadora.
Y todo ello servido por un reparto magistralmente dirigido.
Sin embargo, a medida que el rostro y el cuerpo del monstruo (y su improbable bigote) se van enfocando, la película se empantana un poco, por no decir que quitando algunos sustos la primera hora y media de película se hace larga y lenta… muy lenta.
Si no eres fan de la vertiente fría e inquietante del cine de Robert Eggers, está claro que ésta no es la película que te reconciliará con el director. Pero si, como a mí, te fascina su mundo, es probable que Nosferatu sea una experiencia cinematográfica memorable.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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