Crítica de Estado eléctrico por BlackSwan

Si la intención de "Estado eléctrico" era emocionar con una odisea melancólica en un mundo que se desmorona, en algún punto del camino se perdió el mapa. Hay imágenes potentes, un diseño de producción que grita "esto costó mucho dinero" y una historia que debería sentirse íntima, pero en cambio parece esculpida con guantes de goma. Se ve bonita, pero no se siente nada.

Millie Bobby Brown hace lo que puede con un personaje que existe más como un concepto que como una persona. Hay algo en su interpretación que se siente distante, como si la película estuviera demasiado ocupada asegurándose de que luzca perfecta en cada plano en lugar de permitirle ser real. Su cara, impecable hasta lo inquietante, es difícil de leer. Quizá el problema no sea solo suyo, sino del guion, que parece tenerle miedo a los momentos de verdad.

El robot, por otro lado, debería ser el alma de la película. Pero aunque su diseño es bonito y tiene esa cualidad entrañable de los personajes mecánicos con ojos tristes, nunca termina de ser más que un accesorio. No hay una verdadera conexión, solo la ilusión de ella.

Los hermanos Russo siguen con su obsesión por lo espectacular, pero su incapacidad para dejar respirar la historia los traiciona. Hay escenas que, en una película mejor escrita, podrían haber sido devastadoras. Aquí, solo existen. Momentos que deberían doler, pero que pasan como si fueran diapositivas de un catálogo de ciencia ficción.

Es frustrante, porque "Estado eléctrico" lo tenía todo para ser una película memorable. Pero la nostalgia no se fabrica con CGI, y la emoción no se impone con filtros y efectos de iluminación. Es un viaje que promete, pero que no llega a ningún sitio.