Crítica de El juicio de los 7 de Chicago por Migatoyyo

Todos podemos coincidir en la solvencia de Aaron Sorkin como director, posiblemente uno de los que mejor ha abordado en los último tiempo temas de índole político y legal, centrado en muchos casos en las relaciones entre los individuos y el poder. Sus guiones, puestos en manos de directores igualmente solventes, se caracterizan por un concienzudo análisis y una descripción de los hechos cercana al documental.
De sus dos incursiones en la dirección, sin duda, esa me parece la más acertada proponiendo una conmovedora, en la mejor acepción del término, revisión de un juicio que cuestiona la esencia misma de la autodenominada como más garantizada democracia del mundo. Sorkin nos presenta con precisión a cada personaje, sin afectación ni más espectáculo del necesario, apoyado en un estupendo elenco de actores entre los que brilla con luz propia Sasha Baron Cohen, demostrando que no solo es un cómico brillante, sino que es un actor con brillo más alá del exceso, y un medido Jeremy Strong que exprime su papel para darle un peso ganado a pulso. Estupendo también Frank Langella que saca oro de cada papel que toca en su madurez.
Además a la película hay que agradecerle que no se quede en el reflejo de su época, que no se limite a mostrarnos con la frialdad y precisión del cirujano cómo el poder, manejando las instituciones, intenta oprimir cualquier idea que no sea afín a sus intereses; hay que agradecerle sobre todas las cosas que cada secuencia late de emoción, que nos muestra personas por encima de hechos y que en ningún momento cae en el discurso fácil o en la moralina.
El juicio de los 7 de Chicago es una película notable, intensa y recomendable a todo espectador.