Redactada: 2025-07-05
Wes Anderson no dirige películas, crea mundos. El Gran Hotel Budapest es como una caja de bombones antiguos, de esos que ya no se hacen, con papel de colores, formas imposibles y un sabor que mezcla lo dulce con lo melancólico. Es un homenaje nostálgico a una Europa que ya no existe, pero que sigue viva en la imaginación de quienes leemos entre líneas.

Visualmente, es una delicia. Los encuadres simétricos, los colores pastel, la escenografía de miniatura… todo tiene ese toque artesanal que ya casi nadie se molesta en buscar. Pero lo mejor de esta película no está solo en su envoltorio, sino en el corazón de sus personajes. Ralph Fiennes, como Gustave H., se roba cada escena con una elegancia decadente, absurda y entrañable. Y Zero, el botones silencioso, nos recuerda lo que es la lealtad en tiempos de caos.

Lo que más me atrapó no fue la historia (que también), sino esa mezcla de humor absurdo con una tristeza profunda que no se dice, pero se siente. Como si todo lo que vemos fuera una comedia construida sobre ruinas. Hay persecuciones, momentos que rozan el slapstick, y otros donde el tiempo se detiene para dejarnos respirar nostalgia. Es cine que no se explica, se saborea.

Ver esta película es como visitar un museo de rarezas preciosas, donde cada sala está iluminada con cariño, y cada objeto tiene una historia secreta que nadie más te va a contar igual.
Guion
0 ✮
Banda sonora
0 ✮
Interpretación
0 ✮
Efectos
0 ✮
Ritmo
0 ✮
Entretenimiento
0 ✮
Complejidad
0 ✮
Sentimiento
0 ✮
Duracion
0 ✮
Credibilidad
0 ✮
Fotografía
0 ✮
Dirección
0 ✮

Valoraciones en tu crítica:

Comentarios

Todavía no hay comentarios