Crítica de A Real Pain por Sandris

Redactada: 2025-02-16
El dolor nos hace reales, nos hace vulnerables, nos hace fuertes, inseguros, nos crea traumas, nos encapsula en nuestro interior, nos enseña de qué estamos hechos, nos empuja a vivir o a encerrarnos. El dolor es una lección, pero también es la representación física de si un fracaso significa un bache o una tumba. El dolor nos mantiene alerta, pero también nos roba parte de nuestro ser cada día.
Dos primos que comparten la vivencia de un pasado que casi no les pertenece, se embarcan en un viaje a Polonia para ver cómo vivió su abuela antes del estallido de la II Guerra Mundial y el impacto que eso dejó en su sangre. David y Benji son casi hermanos, pero se miran como buscando en su mente el momento exacto en el que todo se torció, donde sus caminos se separaron y dejaron de ser los mismos. David tiene una carrera de éxito, un buen trabajo, una mujer y un hijo que le quieren; en cambio, Benji es un ser desbocado por la pena, cargado de adrenalina que necesita hacer cosas todo el tiempo para no dejarle un minuto a su cerebro para pensar, porque pensar significa recordar y el recuerdo sólo trae mareas de muerte y depresión. La sombra de su abuela, la persona que más quería en el mundo, es una pena que no puede soportar y quizás, el único motivo que le conduce a visitar una pequeña casa del siglo pasado, buscando así encontrar algo que le reconecte con ella como un hilo invisible tejido desde Polonia hacia sí mismo, esté donde esté. Es esta una historia casi catárquica sobre comprender quién eres en un mundo que no te permite el tiempo necesario para que te hagas este tipo de preguntas, es una historia sobre el tan de moda “turismo del dolor” con guías turísticos que te conducen a los campos de concentración como si bajases a la piscina del hotel en el que te alojas en verano para sacarte la foto de rigor y subirla a tus redes sociales. Es una historia simple, sencilla, sin grandes florituras pero que llega directa al corazón.

El dolor nos vuelve irracionales, pero también nos enseña a conocernos a fondo, a bucear en nuestras miserias y agradecer cada pequeño triunfo, aunque el triunfo de esta semana simplemente haya sido poder levantarte de la cama, mirarte al espejo y creer en ti un poquito. Mi tío, que había vivido demasiadas penurias siempre me decía: “Sandriña, al dolor y a la pena hay que mirarlos bien de frente, ponles cara de asco y enfado; enfádalos hasta que se asusten tanto de ti que te dejen en paz”. No sé si la fórmula de mi tío algún día dará resultado, pero él siempre lo intentó y yo me siento muy orgullosa de lo que llevo en mi sangre.

«My pain is unexceptional, so I don't feel the need to burden everyone with it».
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