Hay quienes persiguen el famoso sueño americano, tan presente en muchas películas, pero para otros, principalmente de países africanos, el sueño es Europa. En este caso se llaman Seydou y Moussa y son senegaleses, pero no son los únicos ni es ficción, aunque aquí estemos ante una película. Y es que los protagonistas han estado consiguiendo y ahorrando dinero para cumplir ese sueño, para poder viajar a Europa y ayudar a sus familias desde allí. Claro, que para ellos Europa es eso, un sueño, una fantasía, una maravilla, pero no dejan de avisarles de lo que se van a encontrar, no sólo lo duro que es el viaje, sino que Europa tampoco es tan perfecta.

A pesar de todo emprenderán un viaje en el que no faltarán tropiezos y desventuras. Y es que, ya les avisaron, el desierto es muy duro y peligroso, hay rebeldes por todas partes, varias fronteras donde no se lo pondrán nada fácil, las prisiones libias, y eso sin olvidar el mar, si es que llegan al mar. Así que los acompañaremos en ese camino, y en algunos momentos se convertirá en una película de terror del que se intentará escapar a través de los sueños. Y es que, de todos esos peligros que he mencionado y de los que los avisan, el desierto no es precisamente el peor.

Podría haber sido un documental, porque es algo muy real y muy habitual, cuántas imágenes de pateras se ven constantemente en el telediario, pero el hecho de que sea ficción y la simpatía de los dos protagonistas hacen que sea más llevadera y más ligera. Pero no por eso es menos dura o sufres menos por los personajes, y eso que, en nuestro privilegio europeo, no podemos ni imaginar por lo que pasan tantas personas cada día, y sobran dedos de una mano para contar cuántos lo consiguen.

Pensaba que sería aburrida, o se me haría pesada, pero gracias a la actuación de Seydou Sarr y Moustapha Fall, que están fantásticos, una buena fotografía y una banda sonora que me ha gustado mucho me ha tenido enganchada y se me ha pasado volando. Es cierto que podría tener un poco más de ritmo, pero a una historia así tampoco se le puede meter mucho, además de que, si consigue remover alguna conciencia o que el espectador reflexione un poco, ya habrá logrado su objetivo. Y sólo por eso ya es muy recomendable. Eso sí, me habría gustado ver más, cuando llegan a Italia, y ojalá verlos dedicándose a la música, aunque sé que eso ya es mucho optimismo, pero sólo por esa sonrisa del final ya merece la pena todo lo ocurrido.

“Io capitano, io capitano, io capitano, io capitano…”.

Dos jóvenes amigos, Seydou y Moussa, viven sus días soñando. Soñando con un futuro mejor, lejos de Senegal. Un futuro que no signifique hacinamiento en casas minúsculas rodeadas de hermanos. Soñando con algo que no conocen: Europa. Como si Europa no fuese un “estercolero” donde el diferente es estigmatizado, señalado y dejado de lado como un cubo de basura. Europa, ese lugar que mira hacia otra parte mientras miles de personas mueren a diario en el Mediterráneo, en sus propias aguas… pero Seydou y Moussa, únicamente son niños que sólo cuentan con sus sueños. El sueño de la música, de la libertad y la abundancia. Para esto emprenderán un tremebundo viaje, una odisea desgarradora a través del desierto, los campos de detención regidos por la mafia de Libia y el implacable mar. Conocerán los peligros de la naturaleza, aunque especialmente conocerán lo peligroso que puede ser el propio ser humano, porque cuando nos lo proponemos los humanos somos peores que cualquier ser, monstruo o catástrofe.

Una película desgarradora que no cae en el sentimentalismo barato y ofrece un crudo retrato de lo que pasa más allá de nuestras fronteras, mientras nosotros nos empeñamos en cerrar los ojos, ¿cuántos Seydou y Moussa se han quedado por el camino? Una obra para reflexionar, pero sobre todo para conocer las historias de los olvidados mientras los ministros, presidentes y peces gordos optan por el silencio. Mientras unos callan, otros deberíamos gritar.

Tuve la oportunidad de verla en cine. Pero tras leer la sinopsis decidí que no me apetecía ir al matadero en pantalla grande. Lo que podría deparar una odisea por tierra y mar, no solo sorteando las adversidades climáticas, sino lo que les depara la crueldad humana. No es plato de fácil digerir.
Después de verla, se podría haber disfrutado en cine, sobretodo de la fotografía y de su música, siempre latente en todas las escenas. Las interpretaciones te hacen vivir con ellos la travesía, cien por cien real.
Pero, me esperaba un relato más crudo, y no penséis que tengo sangre de horchata, pero escuché a viva voz historias mucho más aterradoras de inmigrantes con travesías similares, con la única diferencia que venían a España.
Tampoco quiero decir que sea floja o edulcorada. Quizás exponer toda la crueldad de la travesía hubiese sido como he dicho antes, demasiada chicha pal cocido, que luego repite.
Lo veo más como un mensaje para los hermanos africanos.
- Vale la pena?
Jodida pregunta,,,,
Obligatoriamente recomendable.

Matteo Garrone se sale de lo que podría haber sido la típica película documental y consigue sacar del drama una aventura épica como si se tratara de Indiana Jones, obviamente salvando las distancias, esta tira mas por el realismo.

Un viaje lleno de obstáculos donde el paisaje es un elemento clave. Que gran trabajo de producción llevándonos al desierto sin necesidad de pantallas verdes, como admiro este tipo de cosas, se disfruta muchísimo mas.
Menudo trayecto de locos que hacen cada día miles y miles de personas. Todavía recuerdo a la primera en caer de la camioneta, dios mío.

Película "Italiana" que trata de sensibilizar sin entrar en temas políticos, aunque todos sabemos que ocurre después del final. Posiblemente el que les avisó al inicio tenga razón.

Te pones a pensar y es increíble. Occidente lleva siglos saqueando África, para que luego los que intentan salir de allí debido a la herencia que les hemos dejado, acaben de la manera que acaban. Osea, no te dejamos morir, pero tampoco vivir.