Crítica de The Walking Dead por Sandris

'The Walking Dead' pasará a la historia como una de las series que más me han gustado y que más he odiando con toda mi alma. No es un proceso para estómagos delicados amigos, así que un Fortasec y a rajar. Es tan curioso el curso de deconstrucción que sufrió esta serie que hemos incorporado su fenómeno a nuestra vida diaria, puedes utilizar la muletilla "este puñetero día se me está haciendo más largo que TWD" y estoy segura de que menos un 80% de la gente de tu entorno sabrá a lo que te refieres. Víctima de sus showrunners y la codicia, TWD ha pasado de ser una de las mejores series de la historia a la sombra de una mala broma. Una broma contada por David Guapo (lo siento por los fans de este señor).
Me gustaría quedarme con lo bueno, con la bestialidad que fueron las primeras temporadas con Rick, Carl, Daryl, Carol, Michonne, Lori, Andrea, Glenn, Maggie, Beth, Rosita, Ezekiel, Eugene, Hershel, Negan incluso pero es imposible. El desgaste al que se han sometido a los personajes y a los propios espectadores es tal que por mí se pueden comer la cara unos a otros si quieren que hasta voy a aplaudirlo (y esto son facts).

Podría hacerse mainstream la frase de que "los únicos zombies que hay aquí son los que seguimos viendo esta serie" porque claramente el cerebro hace tiempo que desapareció para no volver lanzando un grito de auxilio a lo "hasta luego Maricarmen" y no lo culpo. ¿Una pena? Desde luego, al menos siempre nos quedarán las increíbles ocho temporadas iniciales que me desbloquearon un nuevo miedo: cómo sobrevivir a un apocalipsis zombie sin que te de un jari por el camino, sin que te mate un loco y no un zombie y seguir teniendo el pelo limpio.
Así que esto es todo amigos, sayonara baby o como brillantemente se dobló en gallego: "vai rañala, raparigo!".