Críticas de Superestar
Con el cambio de siglo un cometa atravesó el cielo de España desmontando las leyes de la fama y el éxito, desintegrando la frontera entre lo popular y lo underground. Durante un par de años las portadas y las horas de prime time fueron conquistadas por famosos de otra dimensión. Criaturas que hasta entonces parecían condenadas a la burla y el desprecio y que acapararon nuestra atención sin adaptarse a ninguna normalidad. Un relato mágico donde caben conspiraciones esotéricas, noches eternas, ladrillos cuánticos, supervillanos multicolores y una improbabilidad hecha estrella: Tamara.
RESEÑAS Y VALORACIONES DE Superestar
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Si saco algo en claro es que esta caterva de personajes, la pobre Tamara era la que realmente apostaba con su música y que el resto de buitres (salvo también Leonardo que se forzaba al show pero estaba igual por su música) solo querían aprovecharse del puro show cuando en esa época estaba en el nacimiento de la telebasura en todas las TV de España.
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Nos cuenta que perder el miedo al ridículo y fluir sin tapujos para mostrarnos como realmente somos, solo puede hacer que nuestra vida mejore.
Aunque el camino pueda ser cruel y a veces nos haga perder la confianza.
Aborda esa confrontación interior que todos tenemos en algún momento de nuestra vida para, con perspectiva, poner las cosas en su sitio.
Hay que ser fiel a uno mismo a cualquier precio, y al que no le guste, que no mire.
Así van desfilando uno por uno estos personajes que avergonzaron a España, con un elenco clavado en sus papeles y magistralmente dirigidos.
Asomarnos a la historia personal de todos ellos, de los que nos hemos reído y despreciado con saña, para revertirlo en un sentimiento de ternura y empatía, solo puede hacerlo un tío con el talento de Nacho Vigalondo.
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Tamara es un fruto de las circunstancias del momento a la que le hicieron bullyng televisivo y ninguno de los que hemos vivido el cambio de siglo podemos decir que nunca nos hemos reído de ella de alguna manera. Por eso me ha gustado mucho el final, es una confrontación muy emotiva y terapéutica.
Las actuaciones son fantásticas, han recreado todo este grupo de 'extraterrestres' y en espcial Secun de la Rosa está increíble.
Ha sido muy entretenido ver a todos estos personajes recreando momentos tristemente icónicos de la televisión, pero con un baño a cada episodio más onírico, fantástico y un poco surrealista.
Una buena forma de hacer autocrítica como sociedad y revisitar una época bastante demencial de la cultura pop. Porque, a pesar de todo, ¿quién no sabría corear 'No cambié' o 'El baile del pañuelo'?
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Programas como Crónicas Marcianas, Tómbola, Aquí hay tomate o Sálvame eran la cuna de los sueños rotos de muchos artistas de nuestro país, la fábrica de los sueños que primero les ofrecía la gloria y una vez hartos, se obsesionaban con la siguiente artista de moda. Nadie se libraba. Era la jungla, o comías o te comían. Nacho Vigalondo ha sabido plasmar a la perfección lo que significaron esos años y lo que significaron esos momentos para Yurena, Leonardo Dantés, Paco Porras, Loli Álvarez o Arlequín. Con una estética lynchiana a más no poder donde el onirismo, las metáforas, lo kitsch y lo choni tienen lugar, se nos presenta un biopic diferente y estrambótico. Un biopic en el que tienen cabida todas aquellas personalidades que se aprovecharon, acosaron y vilipendiaron a Yurena, pero también tiene cabida el espacio para la redención, para el perdón y la esperanza. A veces no está mal darle una vuelta de tuerca a la historia que nos han contado más de una vez para comprender que los villanos, antes de ser villanos, fueron víctimas del mismo depredador: la televisión.
Como niña que creció con unos padres que trabajaban tantas horas como horas tenían los días, mi hermano y yo crecimos delante de la televisión. Veíamos a estos personajes con sus colores extravagantes, sus canciones terribles pero extrañamente pegadizas, sus dramas, sus montajes y nos reíamos como cualquier espectador promedio. Hay errores que no se pueden subsanar, pero qué importante es volver atrás y dejar que la empatía lo cubra todo con su abrazo sempiterno. Nunca es tarde para pedir perdón y nunca es tarde para abrazar el "tamarismo", aunque yo nunca lo dejé ir. 'Superestar' es, en definitiva, una experiencia intensa, delirante e incómoda que narra la decadencia de aquellos denominados "frikis de la tele", al tiempo que retrata a la sociedad que observaba impune este entretenimiento como si de un espectáculo circense se tratase, mientras los protagonistas de deshacían en la miseria más absoluta. Una obra que podría haber firmado la mismísima Marina Abramović si fuese nuestra vecina performer favorita apodada "Marina la Calderas". Aquí reside la valentía de Vigalondo a la hora de narrar, porque entre la risa, el esperpento y el bizarrismo, siempre debe haber hueco para el alma.
Valoraciones en tu crítica:
¿Cuántos de los que estamos aquí podemos decir que recordamos la famosa frase “Que te calles Karmele”, o el programa de “Mentiras peligrosas” de Leticia Sabater en el que usaban un secador de pelo como polígrafo?. Buena mierda nos metíamos en vena.
Los años 2000, además de los politonos, la Mayonesa y las tetas como balones, trajeron consigo una nueva era para los programas de televisión; ya no interesaban las entrevistas serias, ahora se buscaban personajes extravagantes: Carmen de Mairena, el Padre Apeles, La veneno, Carlos Jesús, el Risitas, el Pozí, Nuria Bermúdez o Sonia Monroy pasaron a engrosar una larga lisa de nombres que recorrían los platós de los programas más ácidos de la década.
Tamara pasó a formar parte de este grupo porque no encajaba dentro del molde de la normalidad; con su pelo cardado a lo Bowie, sus trajes imposibles, sus uñas siempre on point, su característica voz y una madre que la acompañaba allá a donde fuera, se convirtió pronto en un caramelito que todos querían probar.
No sé exactamente cuando fue la primera vez que supe de su existencia, pero sí recuerdo que una de las primeras ocasiones debió ser en el programa de Telemadrid “Mamma mía”, presentado por Víctor Sandoval y Francine Gálvez. Mi memoria guarda imágenes nítidas de reportajes en los que les hacían preguntas absurdas o les acompañaban a conciertos que la cantante daba en pueblos de Madrid a los que acudían niños y ancianos, siempre con un subtono de burla. No puedo dejar de nombrar el mítico “Nacida para sufrir”, obra eterna e irrepetible (a día de hoy se encuentra en YouTube y por supuesto yo lo tengo guardado en un disco duro porque una nunca sabe cuando Internet puede explotar).
Seguí de cerca tanto aquellas primeras intervenciones como las que vinieron en años posteriores. No importaba si lo que contaban era mentira o realidad, querías creerlo, porque lo único que esperabas era que la siguiente aparición fuera aún más loca.
A veces hay que sacrificar la realidad en nombre de la fantasía.
Todos los personajes de esta historia se movían entre la línea de la destrucción y la supervivencia. Lo que les sucedía no era que les cerraran las puertas en las narices, sino que lo que tenían delante era un muro de 10 metros de altura imposible de escalar, así que la única solución era subirse encima de los otros, impulsarse y escupir a los que quedaban abajo. Durante unos instantes, cuando conseguían lanzarse al vacío y la cámara y las luces les enfocaban se sentían artistas, querían que el publico les quisiera, les mirara y no girara la vista, y si para ello era necesario humillarse, lo hacían sin dudar.
Ya sé que habrá quien haga una lectura moralista de lo que realmente fue aquella televisión y de varios de los protagonistas, que aquí aparecen mucho más humanizados de lo fueron/son en realidad, pero para mí, que pertenecen al mundo en el que mejor me desenvuelvo, del que me podría pasar horas hablando y que me ha dado todas mis referencias, lo supusieron todo.
Jamás hemos vivido en la tele algo similar a esto, y aunque resulta difícil para quienes no lo vivieron en su momento entender lo fuerte que fue, la serie muestra, con mucho cariño, el surrealismo que fue.
A todos ellos les agradezco el haber modelado mi humor, porque sin su influencia sería una persona mucho más aburrida, de eso estoy segura.
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Teniendo como protagonistas a la propia Tamara, su madre y los siempre fantásticos Leonardo Dantés, Toni Genil, Paco Porras, Arlequín o Loli Álvarez, daremos un repaso al éxito musical del "No cambié" y todo lo que gira en torno a ello.
Cada capítulo toma a uno de estos personajes como protagonista, haciendo que cuenten su vida y su parte de la historia. Dentro de las licencias poéticas que se ha tomado el Señor Vigalondo a la hora de presentar estos hechos, encontramos diversas escenas que parecen sacadas directamente de La Hora Chanante.
Y lo mejor de todo, que hay escenas diametralmente opuestas donde se muestra una humanidad de los personajes que muy poca gente pudiera incluso llegar a pensar que sea real.
Divertida, con buen humor, y creo que deja un bonito legado a una parte de la historia televisiva española que fue el germen de la basura que vendría después
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De esto te das cuenta conforme creces, solo que toda esta gente quedó tan en el olvido con el paso del tiempo que lo normal era no reparar en ellos. Pero entonces llega Nacho Vigalondo y se saca de la chistera esta serie que recupera ese lado más humano detrás de todos esos personajes: Tamara, Paco Porras, Leonardo Dantés... con especial atención a Tamara, claro, la verdadera superestar del título. O María del Mar Cuena Seisdedos como la conoceremos aquí, ya que veremos con una mezcla de ternura, comedia y alguna buena dosis de crítica (a la parafernalia televisiva) todo lo que había detrás de sus interminables sobrenombres.
La caracterización de los personajes es una maravilla, todos están geniales y están llevados con esa misma ternura y humor que la serie en general, ayudando también a las partes más dramáticas y conmovedoras que también veremos, por supuesto. La verdad es que me ha emocionado en más de una ocasión y creo que ese es el mayor logro de la serie: que hace un homenaje a la época y sobre todo a todas estas personas detrás de los personajes. Muy sorprendente y recomendable, vaya. Yo ya estoy abonada al neotamarismo.
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Mi Opinión / Critica de Superestar
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