Atascos de tráfico, la ITV, las visitas al taller, gasolina a precio de oro, conductores que no saben que sus coches tienen intermitentes, aficionados a la F1 que toman las rotondas como si hubiera un campeonato en juego... ¿A quién podría no gustarle el maravilloso y calmado mundo de la conducción? Cualquiera estaría deseoso por sacarse el carnet de conducir y así lo demuestra Pablo Lopetegui, un profesor de universidad algo asocial, un poquito pedante y bastante gruñón que, pese a pasar ya de los cuarenta años, decide ir a la autoescuela por primera vez en su vida. Acostumbrado a ser él quien evalúa a los demás, Pablo se dará de bruces contra la dura realidad de volver a ser alumno mientras, al mismo tiempo, comenzará a darse cuenta de que conducir es tan solo una de las muchas cosas que no se le dan bien y para las que necesita algo —bastante— de práctica. Una especie de Grinch al volante que acabará ganándose nuestro cariño a lo largo de seis capítulos donde los coches, al final, no son más que una excusa para hablar de crisis vitales y crecimiento personal.

Curiosamente, el encargado de encarnar a tan singular personaje no es otro que Juan Diego Botto, un actor no especialmente dotado para la comedia y que, sin embargo, consigue dejarnos varios momentos realmente divertidos. No de manera directa, claro, sino más bien gracias a su constante sentimiento de pez fuera del agua y a su peculiar relación con Yolanda, una compañera de autoescuela con mucho desparpajo —que además es alumna suya en la Facultad—, y, sobre todo, con su profesor de conducción: el inigualable Lorenzo, un hombre que habla casi exclusivamente a base de dichos populares y que logra compensar toda su cuñadez con una personalidad absolutamente entrañable. Geniales personajes para esta entretenida miniserie, tan sencilla en su concepción como ligera en su desarrollo, que nos recuerda que nuestro paso por el mundo es un continuo aprendizaje y que, en la mayoría de ocasiones, es más complicado acabar de arrancar en la vida que en una rampa con el freno de mano echado.