Crítica de Southland Tales por crique

La película nos sitúa en Los Ángeles durante el verano del 2008. Tres años antes, unos ataques nucleares en Texas desencadenan el comienzo de la Tercera Guerra Mundial. A partir de los enfrentamientos con los países de Oriente Medio llega una escasez de petróleo al país, situación aprovechada por un científico que crea una gigantesca máquina en medio del océano, que valiéndose del movimiento de las olas da como resultado un suministro de energía alternativa llamado "karma fluido". Este proceso está destruyendo el mundo poco a poco e influyendo sobre el comportamiento de las personas, pero las industrias y políticos involucrados sólo miran la gran cantidad de dinero que están ganando.
Southland Tales es una película extremadamente densa, enrevesada y con tantos pequeños detalles que son imposibles de percibir sin perderse alguno.
Abarca una gran cantidad de personajes, muchos de los actores son bastante conocidos, y una multitud de pantallas que nos bombardean con imágenes interminables de muerte, sufrimiento, catástrofe ambiental, propaganda política y publicidad.
La estructura de la película está preparada para para que coincida con una especie de evento mediático, la celebración del 4 de julio, y la forma en la que los usuarios consumimos dicha información.
Critica al corporativismo y al gobierno, preguntándose si es posible que un país pueda ser controlado por una empresa privada, o si ese mismo país puede espiar a sus ciudadanos gracias a una ley patriótica.
La música, tanto la compuesta por Moby como la banda sonora en general, encajan perfectamente y están sincronizadas con el ritmo de la película, con video musical de Justin Timberlake incluido.
A pesar de los 144 minutos de duración, cuando se presentó en Cannes duraba 20 minutos más, recomiendo darle una oportunidad.
Comentar que la historia completa de Southland Tales está compuesta de seis episodios, de los cuales los tres primeros salieron en formato de novela gráfica y los tres últimos son la película en sí.