Crítica de Por un puñado de dólares por MrPenguin
Redactada: 2025-06-16
Quizás hoy nos quede ya muy lejano, pero hubo un tiempo en el que las películas del Viejo Oeste, esas que tanto asociamos con personajes ambiguos y violencia desatada, hablaban de honor, justicia y héroes de moral intachable. Tiempos más luminosos e idealizados, algo romantizados incluso, donde el polvo apenas se levantaba y los duelos a muerte, tan escasos como teatrales, eran el último recurso. Tiempos ya muy agotados a principios de los 60 y que un tal Sergio Leone, subvirtiendo el tono crepuscular de títulos como 'El hombre que mató a Liberty Valance', se encargó de ir encaminando, sin tan siquiera ser consciente de su posterior repercusión, hacia una nueva forma mucho más sucia, cruda y sangrienta de entender el western. Era, en cierto modo, la inevitable desmitificación de un género que encontraba aquí, en la ya inmortal figura de Clint Eastwood —poncho raído, cigarro eterno y gesto impasible—, un nuevo arquetipo de pistolero, ya despojado de todo código ético, que estaba dispuesto a cuanto fuera necesario, como bien sugería el título, por un puñado de dólares.
La película, remake no acreditado de 'Yojimbo' de Akira Kurosawa, heredaba del cineasta japonés su espíritu cínico y desenfadado, pero adaptándolo, además, bajo un nuevo prisma de violencia y economía narrativa que aún hoy, y pese a su más que ajustado presupuesto, sigue apelando al sentido del espectáculo más épico y excesivo. Recursos como la suciedad, el polvo o el sudor, a menudo considerados indeseables, se ponían al servicio de una historia en la que cada uno de sus silencios, tan solo interrumpidos por las memorables notas del maestro Morricone, parecían contar tanto como el más afilado de los diálogos. No era una reescritura del western como tal, pero sí una forma de regresar a sus raíces más salvajes y recuperar, de paso, ese icono del antihéroe solitario cuya esquiva silueta, aquí recortada contra la inmensa belleza del horizonte almeriense, caminaba sinuosa por la fina línea que separa al justiciero del granuja. El spaghetti western había nacido por todo lo alto y, si bien daría paso a más y mejores películas, lo hacía con todo un clásico para ver, admirar y disfrutar, eso sí, mucho más que un puñado de veces.
La película, remake no acreditado de 'Yojimbo' de Akira Kurosawa, heredaba del cineasta japonés su espíritu cínico y desenfadado, pero adaptándolo, además, bajo un nuevo prisma de violencia y economía narrativa que aún hoy, y pese a su más que ajustado presupuesto, sigue apelando al sentido del espectáculo más épico y excesivo. Recursos como la suciedad, el polvo o el sudor, a menudo considerados indeseables, se ponían al servicio de una historia en la que cada uno de sus silencios, tan solo interrumpidos por las memorables notas del maestro Morricone, parecían contar tanto como el más afilado de los diálogos. No era una reescritura del western como tal, pero sí una forma de regresar a sus raíces más salvajes y recuperar, de paso, ese icono del antihéroe solitario cuya esquiva silueta, aquí recortada contra la inmensa belleza del horizonte almeriense, caminaba sinuosa por la fina línea que separa al justiciero del granuja. El spaghetti western había nacido por todo lo alto y, si bien daría paso a más y mejores películas, lo hacía con todo un clásico para ver, admirar y disfrutar, eso sí, mucho más que un puñado de veces.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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