Crítica de El terror no tiene forma por MrPenguin
A ese mágico despliegue de desmembramientos, evisceraciones y fluidos corporales varios, todo ello cutre y, a su vez, genialmente escenificado gracias a unos cuidados efectos artesanales, hay que añadirle cierto tono de coña autoconsciente, muy ligado a lo absurdamente inverosímil de muchas de sus escenas, que acaba por romper con cualquier atisbo de formalidad que pudiera encerrar la película. Tampoco es que llegue al punto de presentarse como una parodia de la original, pero sí como una versión más gamberra de ella donde los protagonistas, aquí reducidos a meros estereotipos del cine de terror, no serán más que incautos peones en la brutal carnicería que nuestro flan asesino les tiene reservada. Ni siquiera su lado más serio, como la crítica velada hacia el uso de armas biológicas, es capaz de alejarla de su condición de placer culpable para amantes de las vísceras, los monstruos amorfos y el gore de serie B. Excesiva, surrealista y demencial forma de recordarnos que el terror no tiene forma, pero que, si la tuviera, sería sin duda de moco zampabollos.
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