Redactada: 2024-02-25
Satirizar a un fascista de mierda como Pinochet imaginando que es un vampiro de cientos de años me parece una idea cojonuda. Pero, como ocurre a menudo, de la idea al resultado final hay un gran camino y "El conde" es definitivamente una cosa. Una película, supongo, porque está grabada como tal y te la presentan como tal, pero una historia cinematográfica yo no la veo. Parece más bien un ejercicio experimental, cine de autor que le llaman. Yo creo que Larraín tuvo un ataque de director porque soñó con la idea de Pinochet siendo vampiro o se le ocurrió en la ducha y dijo, venga, palante, quiero hacerlo. Pero si quería llevar esta idea a la pantalla yo creo que con un corto le llegaba de sobras.
Algo positivo es que la fotografía en blanco y negro y esos rictus serios, primeros planos de caras impertérritas ante las más absurdas, malvadas y extrañas conversaciones, sí transmiten algo. Son adecuadas, que no haya color te lleva rápidamente a una atmósfera gris, antigua y claramente arcaica que es lo que debe transmitir un ser tan repugnante como Pinochet y su entorno. Luego todo lo demás es... inclasificable. Nunca termina de ser una película de terror, ni de comedia ni de cine sociopolítico, sino un extraño híbrido lleno de escenas truculentas, incluso ridículas, y con un humor personal que yo sinceramente no he entendido. Aunque la aparición de Margaret Thatcher siendo la vampiresa suprema madre de Pinochet sí me ha parecido un puntazo.
He terminado la película sin saber qué me había querido contar Larraín. No he entendido a los personajes. Podría haber sido un filme mucho más mordaz, mucho más inteligente, pero ha querido ser algo como entre la vanguardia y el desconcierto, cubriéndolo todo de esa pátina de intelectualismo tan cargante que al final parece que solo quiere demostrar que sabe hacer cosas "out of the box" solo porque puede, pero sin contar ningún tipo de historia coherente o con mensajes o con emoción. No es para mí.
Algo positivo es que la fotografía en blanco y negro y esos rictus serios, primeros planos de caras impertérritas ante las más absurdas, malvadas y extrañas conversaciones, sí transmiten algo. Son adecuadas, que no haya color te lleva rápidamente a una atmósfera gris, antigua y claramente arcaica que es lo que debe transmitir un ser tan repugnante como Pinochet y su entorno. Luego todo lo demás es... inclasificable. Nunca termina de ser una película de terror, ni de comedia ni de cine sociopolítico, sino un extraño híbrido lleno de escenas truculentas, incluso ridículas, y con un humor personal que yo sinceramente no he entendido. Aunque la aparición de Margaret Thatcher siendo la vampiresa suprema madre de Pinochet sí me ha parecido un puntazo.
He terminado la película sin saber qué me había querido contar Larraín. No he entendido a los personajes. Podría haber sido un filme mucho más mordaz, mucho más inteligente, pero ha querido ser algo como entre la vanguardia y el desconcierto, cubriéndolo todo de esa pátina de intelectualismo tan cargante que al final parece que solo quiere demostrar que sabe hacer cosas "out of the box" solo porque puede, pero sin contar ningún tipo de historia coherente o con mensajes o con emoción. No es para mí.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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