Crítica de Annabelle: Vuelve a casa por Sandris

Es curioso que de una saga tan fantástica como ‘The Conjuring’ salgan unos spin-offs tan malos. A estas alturas no os voy a explicar quién es Annabelle, porque la entrañable muñeca es más conocida que el Frigopie (y con motivos de sobra). El problema de estas películas independientes de la saga original son lo surrealistas que son. Vale que criticar que un film de terror sea surrealista no es muy justo, pero esto es demasiado para la cocorota. Por ejemplo, la urna que protege a la muñeca tiene un cartel que literalmente dice “¡peligro! No abrir jamás” (menos mal que me lo dices muchacho que si igual me daban ganas de sacar a Annabelle a comer unas castañas); pues no todos piensan como yo (evidentemente) porque la típica adolescente estúpida e impresionable saca a la muñeca de la urna porque le hace gracia (y porque es estúpida que ya lo dije antes). La historia comienza con la vuelta de Annabelle al sótano de los Warren. Cuando los padres salen de viaje, la hija se queda a cargo de una niñera y una amiga que juega con lo que no debe y se lía la marimorena. ‘Annabelle vuelve a casa’ promete sustos y te los regala a mansalva, pero como película se queda corta y bastante descafeinada.
Me declaro fan de la cría que se lleva en la mochila al colegio a un Cristo crucificado más grande que su pupitre. ¿En serio los padres mata - demonios no le pueden regalar una estampita de la Virgen de los Dolores o una medallita? Digo yo vamos. Como conclusión sabemos tres cosas: 1. Las muñecas son terroríficas; 2. Los asmáticos llevamos muy mal el tema espíritus; y 3. Los protagonistas de las pelis de miedo son extremadamente valientes porque yo al primer ruido estoy corriendo calle abajo como una condenada.