
Sandra Hüller
Hedwig Höss
El comandante de Auschwitz Rudolf Höss y su esposa Hedwig se esfuerzan en construir una vida de ensueño para su familia en una casa con jardín cerca del campo.
Unos minutos de pantalla en negro donde los sonidos y la música se vuelven angustiosos para cualquier oído humano. Luego llega la imagen, un escenario bucólico, un apacible paseo familiar junto a un río, los niños jugando, los padres charlando de todo y de nada... La historia de una cotidianidad banal comienza a desarrollarse, pero la frialdad de la mirada que se lanza sobre ellos, la impresión de que cada persona es escrutada como si fuera un ratón de laboratorio encerrado en la jaula de una presencia omnisciente, es palpable. Porque lo indecible está ahí, lo sientes, a través de un uniforme, una silueta cadavérica, un humo que se apodera del cielo o sonidos que no ocultan su contenido, pero mientras que cada uno de sus componentes debería ser al menos un electroshock en estos personajes, se ha convertido para ellos en un telón de fondo. Como si la burbuja de sus insignificantes pequeñas vidas hubiera logrado asimilar una de las atrocidades más aterradoras de la historia de la humanidad a tal grado de normalidad que de hecho fuera racional, invisible y aceptada.
Jonathan Glazer, más conocido por la dirección de múltiples videoclips y por haber logrado, hace más de 10 años, convertir a Scarlett Johansson en un extraterrestre en "Under the Skin", esta vez sitúa su cámara en el centro mismo del campo de Auschwitz en 1943, y nos sumerge clínicamente en una especie de microcosmos de imágenes familiares surgidas de la tranquila vida del responsable de esta fábrica de asesinatos en masa, simbolizada por un jardín paradisíaco en medio del Infierno desatado sobre la Tierra, para plantearnos preguntas sobre esta inversión completamente atroz, absurda, por la que el Hombre puede aceptar lo inaceptable en la repetición de una vida cotidiana que ha empezado a incorporarlo como un simple color adicional a su día a día. Y, en armonía con sus magistrales ideas para revelar lo peor sin mostrarlo ( ***contenido con spoilers*** ), su enfoque narrativo es al menos igual de loco y asombroso: Trata la vida de estos protagonistas tal y como la viven, haciendo que su “zona de interés” siga un arco dramático sencillamente ordinario -un traslado profesional que altera el equilibrio de la familia- al que se injertan constantemente los horrores espantosos de este contexto sin conseguir desviarlos de sus preocupaciones fútiles.
Donde tantos eligen hoy el camino de la demostración explícita con la esperanza de crear una apariencia de conmoción, el proceso de Glazer resulta ser un verdadero golpe de genialidad, una increíble bofetada en la cara, que inevitablemente nos tira al suelo con su frialdad, nos subleva con la vergüenza de la falta de reacción que presenciamos y nos deja estupefactos, impotentes ante el tamaño de las gafas que el ser humano puede ponerse conscientemente para mirar al otro lado (inconscientemente por repetición en el tiempo, y eso es quizá aún peor) ante una abominación para asegurarse egoístamente el hilo continuo de lo que considera importante para su bienestar. Es increíble como el ser humano es capaz de cometer cualquier salvajada si cree que su causa es justa y contarse bellas mentiras con tal de afrontar la fea verdad para sentirse bien consigo mismo. Aunque hay unos pocos destellos de esperanza (en particular una forma de ayuda que se ve como casi irreal, arrancada de la imaginación de un cuento de hadas), la película, al igual que sus protagonistas, sólo se hunde más y más en esta ceguera cada vez mayor y aterradora, Extiende esta ceguera, por supuesto, a una corporación nazi en forma de administración infernal donde la promoción se basa en el número de víctimas, pero también y sobre todo a las acciones de la pareja a lo largo del tiempo, con una complacencia que rima demasiado con una búsqueda de realización personal que resulta asombrosa en esta situación.
Por último, justo cuando uno se preguntaba cómo iba a concluir Jonathan Glazer esta visita a las profundidades más escalofriantes del alma humana, el director concluye su adaptación del libro de Martin Amis tal y como él la dirigió, con la salida más brillante que existe: un recordatorio de lo que quedó en la memoria cuando se levantaron los muros que rodeaban el horror, frente a la oscuridad que cubría a quienes habían optado por permanecer impasibles ante su aspecto incontable.
Rara vez se utiliza el término "obra maestra", pero el cuarto largometraje de Jonathan Glazer “La zona de interés” se le parece mucho. Una conmoción imperdible de 2024, aunque dura recomiendo encarecidamente a todos visionarla porque no dejará a nadie indiferente.
Habían pasado tres minutos y yo ya estaba aburrida, no voy a mentir. Primero el silencio y luego la pantalla en negro con esos sonidos que me estaban resultando cargantes y eternos, como el tiempo que ha durado todo ese comienzo, interminable. Pretencioso, ni más, ni menos. Porque no era necesario.
Y si a los tres minutos ya estaba aburrida, os podéis imaginar cuando llevaba media hora. Estoy totalmente de acuerdo con varias críticas que he leído, enseguida queda vista la película y comprendida la idea, no era necesario un largometraje, porque no hay nada que lo sostenga. La idea es interesante, la de desmontar lo que seguramente muchos aún piensan sobre los nazis, que eran unos monstruos sedientos de sangre que comían carne humana. Monstruos sí, genocidas también, pero también personas normales y corrientes con vidas normales y corrientes, totalmente ajenos a lo que tenían justo al lado, al otro lado de ese muro, hablando de hornos y chimeneas como quien te vende un coche o un móvil último modelo, todo muy natural.
Está claro que el contraste entre lo que vemos y lo que oímos no sólo es lo más interesante, sino que está hecho adrede lo aburrido que es lo que tenemos ante los ojos, para aumentar esa sensación sobre lo natural que les resulta a estas personas estar tomando el té o haciendo sus cosas de casa con esa banda sonora de fondo. A cualquiera le volvería loco, pero no a ellos, esa es la frialdad y la indiferencia que vemos, con una fotografía igual de fría en tonos muy apagados, porque claro que no pegaría algo más cálido ni alegre, aunque por otra parte habría resultado curioso y un mayor contraste entre ambas partes.
Para colmo el final, que no sé muy bien qué pinta o qué aporta, refuerza la sensación de que con un corto documental con partes ficcionadas habría funcionado mucho mejor. Muy recomendable para la hora de la siesta, eso sí. Y parece que Sandra Hüller tiene la clave del éxito en estos Oscars, nada que envidiarle a Spielberg o a Scorsese a la hora de tener películas nominadas, y a ella al menos se la ve.
Estuve a punto de ir al cine a verla, cuánto me alegro de no haberlo hecho. Y no entiendo tanta nominación y en categorías tan importantes, creo que está realmente sobrevalorada.
Parece que en la temática de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo esté todo visto y explotado. Ahí es donde esta película encuentra la diferencia, en un punto de vista diferente y original.
Casi podría compararse a la familia Hoss con la de 'Cita en St. Louis', donde la preocupación es un traslado y una mudanza... si no fuera por esos 'vecinos' invisibles pero siempre presentes.
Es cierto que no es una película para todo el mundo porque el planteamiento es novedoso y muy intereante, pero el argumento se limita a la vida cotidiana de unas personas que van a generar rechazo.
El final me ha gustado, ***contenido con spoilers*** Pero no tengo claro si lo digo como espectadora, como persona o como historiadora. Ahí puedo decir que hace reflexionar, y eso ya es importante.
La zona de interés es una película dramática protagonizada por Christian Friedel y Sandra Hüller.
La película sigue a una familia nazi en tiempos de guerra, centrándose en la parte más cotidiana y rutinaria del matrimonio. Él es inspector en el campo de concentración de Auschwitz y ella, una madre de familia que se encarga de que su casa esté en orden.
Tenemos una película cuya idea me ha resultado muy curiosa, una película que da por sentado que quien la ve, conoce un mínimo del trasfondo de lo que hay alrededor.
La película nos ubica en un campo de concentración, pero no nos muestra más que sutilezas de los horrores que están sucediendo. Mientras la mujer habla con su madre, y le explica lo que ha trabajado en ese jardín tan bonito que tienen, pegado al muro con alambre de espinos, podemos escuchar de fondo unos disparos.... un grito desgarrador.... mientras ellas están en las cosas de su hogar. Un hogar que también tiene su servicio, sus 'trabajadores', en los que se percibe meticulosidad y tensión.
Mientras tanto, él va a una reunión en la que le muestran un nuevo horno con un sistema que hace que sea capaz de incinerar ininterrumpidamente. "Pobre hombre, trabaja mucho".
Y de esto va la película. De la rutina, de sus problemas con ese ruido de fondo, con una imagen muy cuidada, una puesta en escena muy teatral, y un ritmo del metraje que hará que no entusiasme a todo el mundo. Una película fría como ella sola, tan fría que se puede hacer complicada de ver, por su casi ausencia de ritmo. La idea de la película me parece muy buena, pero creo que podría haber dado algo más de sí.
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