Resulta impactante lo mucho que ha cambiado la animación japonesa con los años, pero sorprende todavía más si nos acercamos a títulos como la insólita 'Wicked City', una auténtica rareza estrenada en 1987 donde violencia, sexo y fantasía se conjugan en poco más de ochenta minutos de pura catarsis audiovisual. La película, basada en la serie de novelas del mismo nombre, nos sumerge en una realidad alternativa en la que dos mundos —el nuestro y el de los demonios— conviven en un frágil equilibrio cuya aparente armonía, mantenida durante siglos a través de sucesivos tratados de paz, empezará a resquebrajarse de la noche a la mañana. A primera vista, la típica historia de mundos paralelos y enfrentamientos entre humanos y monstruos, solo que esbozada con una libertad creativa tan arrolladora como para forjar una de esas experiencias que no dejan indiferente a nadie. Mutilaciones, evisceraciones, tentáculos y un sinfín más de simbolismos de alto contenido erótico. Todo está permitido en 'Wicked City'.

De hecho, esa misma libertad a la hora de dar rienda suelta a todas las depravaciones del autor puede ser, al mismo tiempo, su mejor y su peor baza. Esto ocurre porque, pese a que la película va al grano desde el primer minuto, hay momentos en los que parece más preocupada por seguir escalando dentro de sus elevados índices de desfase gore-sexual que por desarrollar una trama con algo de miga. Tampoco es que llegue a la categoría de cine porno, pero digamos que no es una película de dibujos que puedas ponerle a tu sobrinillo mientras merienda (o sí, depende de cuanto quieras que te odie tu hermano/a). De todos modos, 'Wicked City' cumple sobradamente su propósito de ofrecer algo diferente y nos regala una historia llena de escenas brutales, envuelta en una atractiva estética neo-noir y animada con ese encanto tan característico de los animes de los 80-90. Una bizarrada indudablemente excesiva a todos los niveles, pero también sádicamente divertida y, por encima de todo, absolutamente inolvidable.