Hoy me gustaría reivindicar una película que es muy especial para mí; una de esas que era capaz de ver en bucle sin cansarme cuando era pequeño y que tanto yo, como mi familia como mis vecinos nos sabíamos de memoria (es que ponía el volumen muy alto, era esa clase de niño). Estoy hablando de 'El armario del tiempo', una de las varias adaptaciones de Mortadelo y Filemón llevadas a cabo por Rafael Vara y la primera de ellas inspirada —aunque de manera muy libre— en un cómic de Francisco Ibáñez, concretamente en 'La máquina del cambiazo'. Esa libertad creativa llegó incluso a sustituir al catastrófico profesor Bacterio por el lunático Chiflágoras —primo de Filemón y científico loco de profesión—, pero el concepto de una máquina capaz de viajar en el tiempo y el espacio se mantuvo para disfrute del espectador y para desgracia de nuestros queridos protagonistas, los cuales acabarán embarcados en una serie de situaciones cada vez más disparatadas y absurdas.

De la animación hay poco que rescatar porque se nota mucho la escasez de medios y el bajo presupuesto con el que contaba la producción (hasta el propio Ibáñez criticó el resultado final en su momento), pero por suerte creo esas carencias pesan mucho menos que sus numerosas virtudes, de entre las cuales destacaría su habilidad para trasladar el ritmo frenético de los tebeos a la gran pantalla, lo bien retratadas que están las personalidades del trío protagonista y un maravilloso trabajo de doblaje que suma incluso más risas si cabe a la cinta (mención especial para José Moratalla y su genial forma de dar vida a Chiflágoras y su incansable verborrea dialéctica). Y sí, sé que estoy siendo muy generoso con ella, pero me es imposible no serlo con una película que marcó mi infancia y que creo que, al igual que cualquier historieta de este par de cabezas de percebe llamados Mortadelo y Filemón, jamás debería caer en el olvido.