Adaptación de la novela homónima de John le Carré de la mano de Park Chan-wook, quien firmaba aquí su primera incursión televisiva para dejarnos este interesante relato de espionaje con aroma a cine clásico, a película de suspense de las de antaño. Con una cuidadísima ambientación y una impecable puesta en escena, la miniserie nos sitúa en la Europa de finales de los 70 para contarnos la historia de Charlie, una joven actriz británica cuya vida, hasta el momento tan anodina como la de cualquier chica de su edad, dará un giro inesperado cuando se vea envuelta en una operación de infiltración del Mossad —el servicio de inteligencia israelí— para desarticular una célula terrorista palestina. Un peligroso escenario donde las dotes interpretativas de Charlie, aquí utilizadas como un instrumento bélico más, la llevarán a mimetizarse tanto con su personaje que pronto comenzará a replantearse toda la realidad que rodea tanto al propio conflicto como a ella misma.

De hecho, si hay algo que destaca en la serie es la manera en la que Park Chan-wook, jugando una vez más con su característico manejo de la tensión y el engaño, utiliza a su protagonista para diseccionar las diferentes implicaciones que una misión de infiltración puede tener en el individuo, especialmente cuando se trata de un civil sin gran preparación previa. Ahí cabe destacar a una gran Florence Pugh en el papel de una Charlie llena de matices y que siempre acaba nadando entre dos aguas, ya sea porque no le queda más remedio o porque no termina de saber cómo reconciliar su anterior vida con la que le ha tocado adoptar para la misión. Quizás su ritmo se vea lastrado por un pulso narrativo algo irregular —son solo 6 episodios y aun así da la sensación de que podrían haber sido menos—, pero creo que, en cualquier caso, 'La chica del tambor' sigue siendo un estimulante thriller de suspense marcado por sus geniales giros de guion, por su excelente apartado técnico y, sobre todo, por su forma de mostrar lo maleable que algo tan importante como nuestra propia identidad puede llegar a ser.

No es la típica miniserie para maratonear, pero merece la pena.

Me esperaba algo similar a The night manager, pero no me ha gustado tanto, de hecho no me ha terminado de convencer. Está claro que este tipo de historias, a pesar de ser cortas (tiene sólo seis capítulos de algo menos de una hora), se desarrollan a un ritmo lento, y ese no es el problema, pero el guión tampoco me ha parecido para tanto. Da un poco la sensación de película de Antena 3 por la tarde pero larga, y al final, a pesar de la trama de espionaje y todo lo que hacen y dejan de hacer, todo se reduce al eterno conflicto entre Palestina e Israel, básicamente, e incluso recuerda un poco a Hunters, salvando las distancias. Lo más destacable es el reparto, pero Florence Pugh está tan soberbia y se carga toda la serie a las espaldas que deja al resto en un segundo plano, aunque Alexander Skarsgård tiene la misma expresión que de costumbre y Michael Shannon está un poco por estar, igual que Charles Dance, aunque su aparición es meramente anecdótica. Una miniserie pasable que se deja ver pero no me ha apasionado, las hay mejores.