Perturbadora, inquietante, grotesca y, en ocasiones, incluso un poco ridícula, pero también extrañamente hipnótica y fascinante. Se me podrían ocurrir infinidad de adjetivos para describir la desconcertante experiencia que es 'La posesión' y, aun así, me quedaría corto para hablar de una de esas películas lo suficientemente inclasificables como para que, por extraño que resulte, no sepa ni por qué me han atrapado tanto. Oficialmente está catalogada como película de terror y, aunque en realidad sea más bien un drama, lo cierto es que funciona de igual manera como terror sobrenatural —con un marcado toque lovecraftiano en sus momentos de máxima locura— que como terror psicológico. Esa sugerente dicotomía en torno al concepto del terror, intensamente alentada por su atmósfera opresiva, se acaba trasladando a la propia posesión que da nombre al título y que se utiliza tanto en su faceta más metafórica —a base de retratar la enfermiza, desquiciada y posesiva relación entre los personajes interpretados por una espectacular Isabelle Adjani y un cumplidor Sam Neill— como, del mismo modo, a la más aterradoramente literal.

Todo ese microcosmos a medio camino entre lo real y lo inimaginable, más allá del tremendo impacto que supone a nivel narrativo, se ve reflejado también en una agobiante puesta en escena, ambientada en una Alemania todavía dividida por el muro de Berlín, donde parece respirarse la misma intranquilidad que asolaba a la Europa de aquel entonces. Los exteriores están siempre nublados, las calles vacías y el color gris, tan íntimamente ligado a aquello que carece de certeza y vitalidad, predomina en una ciudad hiperurbanizada y llena de muros ante la que los personajes, arrastrando sus propios demonios internos, encontrarán su particular y gélido infierno de cemento y asfalto. Un asfixiante descenso a la locura más absoluta para ver con la mente abierta y, sobre todo, con ganas de adentrarse en los recovecos más oscuros de la psique humana.

Si hubiera que definir esta película con una palabra sería como 'inclasificable'. Es muy rara, es imprevisible y nada predecible, pero ejerce atracción y resulta hipnótica. Empieza como una separación que se va volviendo más complicada y violenta, pero el título de la película ya da una pista de que no es una separación normal.

La atmósfera es agobiante y en eso ayudan las calles vacías y la BSO.

Isabelle Adjani, además de guapísima, está espectacular en su actuación.

“El bien es una reflexión acerca del mal y nada más.”

La génesis del mal y el caos que estructura cada molécula a nuestro alrededor puede cambiar la vida de cualquier persona por completo. O eso es lo que opina el director Andrzej Zulawski en esta controvertida obra, conocida como ‘La posesión’. Todo cuanto aparece en pantalla está supeditado a la idea del caos, de la vorágine interna para provocar la angustia y, quizá, la repulsión en el espectador. Desde los interminables gritos de la reina del terror francés Isabelle Adjani, los sonidos viperinos que acompañan a casi cada escena, pasando por el constante movimiento corporal espasmódico de los personajes, hasta las escenas más viscerales que se grabarán a fuego en la retina de los más valientes. Todo en su conjunto sirve al propósito común de ofrecer un espectáculo de lo más retorcido, pero muy inteligente.
La historia comienza en una gris Berlín antes de la caída del muro. Mark, espía de profesión, vuelve a casa tras un viaje de negocios y se encuentra con que su esposa Anna, ha cambiado. Con una conducta errática, compulsiva y huidiza, Anna va y viene sin explicar nunca hacia dónde se dirige. Abandona el hogar familiar para volver como si nada hubiese cambiado, pero ella ya no es la misma. Harto del misterio que asola su vida, Mark contrata los servicios de un detective privado para que siga a su mujer, aunque no tardaremos mucho en comprender que algo siniestro ocurre con Anna y que termina por perturbar a todo aquel con el que entra en contacto.
No se puede decir mucho más, salvo que se trata de una película admirable que provoca un gran malestar navegando entre el terror, el horror y el thriller psicológico en la que Isabelle Adjani nos regala una interpretación que no pertenece al mundo de los mortales.

“Porque no puedo vivir por mí misma porque tengo miedo, porque soy el motor de mi propio mal.”

Las tres vidas de Anna.
Del resto, aparte la ambientación, ese Berlin desértico, siempre se ven paredes vacías, el muro, la sensación de opresión. Ya la música del inicio nos prepara para la locura, y es contagiosa. O te la quiere hacer sentir, ahí, brutal la actuación de Isabelle Adjani ..
Siento Ossession por esta chica, es un monstruo escenico.
Cuando uno sospecha que están todos como una regadera, aparece el primer asesinato y giro de tuerca que tenemos invitado, el tercero en discordia. "La Polla Calamardo "
La escena del metro, brutal.....
Y no explico mås.