Crítica de Dragon Ball Z por MrPenguin

Hablar de 'Dragon Ball Z' es hacerlo de uno de los animes más influyentes y míticos de la historia, pero, sobre todo, es hacerlo también de la nostalgia en su forma más pura. Esto es así porque es evidente que estamos ante una serie que ha marcado a varias generaciones desde su estreno y, en mi caso personal, mi infancia no habría sido la misma sin esos duelos de kamehamehas (bueno, ondas vitales) con mi hermano mientras nuestra madre nos echaba la bronca al grito de "que al final vais a tirar la lámpara, coñoyá con los dibujitos de las narices (lo de narices lo he suavizado)". El caso es que hace unos pocos años decidí volver a verla por primera vez desde mi adolescencia porque quería apreciarla en VOSE (siempre la había visto doblada) y temía no disfrutarla de igual modo que cuando era niño, pero, por suerte, estaba equivocado.

Más allá de este factor nostálgico que comentaba, creo que 'Dragon Ball Z' no solo ha envejecido muy bien en todos sus apartados, sino que además sigue manteniendo intactos todos esos elementos épicos que tantos otros animes intentaron imitar y nunca consiguieron igualar: combates inolvidables, una banda sonora legendaria, carismáticos personajes con más desarrollo del que pudiera parecer a simple vista (siempre me pareció maravillosa la manera en la que Piccolo y Vegeta pasan de ser enemigos mortales a coleguis de peleas) y power-ups y flipaduras por todas partes que, pese a salirse de madre continuamente, funcionan a la perfección gracias a su gran espectacularidad. Es cierto que pierde mucho del componente de aventuras y humor de 'Dragon Ball' y que se centra casi exclusivamente en las peleas, pero eso, lejos de ser un punto negativo, creo que sitúa a 'Dragon Ball Z' como el complemento perfecto a una obra que ya ha dejado su nombre grabado en la historia del anime.