Tras casi un cuarto de siglo en antena, doce temporadas y más de cien episodios a sus espaldas, 'Curb Yout Enthusiasm', la segunda gran creación de Larry David junto con la legendaria 'Seinfeld', ha puesto fin a su extensa trayectoria. Un largo recorrido con una envidiable regularidad en cuanto a su calidad y que siempre ha sabido, por mucho que cambiasen los tiempos, mantenerse fiel a su humor políticamente incorrecto para dejarnos otra genialidad en forma de sitcom en la que, como ya ocurría en la mencionada 'Seinfeld', nunca pasa nada. A fin de cuentas no hay una trama como tal, sino que todo gira en torno al día a día de Larry David y a su ácida visión de una realidad —la de la alta burguesía de Los Angeles— en la que no acaba de encajar. Y es que se podrán decir muchas cosas de Larry, pero que la fama le cambió no es, desde luego, una de ellas. A pesar del éxito cosechado con 'Seinfeld', Larry sigue siendo el mismo tipo de siempre: egoísta, neurótico y quisquilloso. Un tocapelotas profesional que, para bien o para mal, es incapaz de mantener la boca cerrada.

Todo esto crea una peculiar paradoja en la que será inevitable que Larry nos caiga mal en muchos momentos, pero donde también nos sentiremos irremediablemente atraídos por su forma de enfrentarse a la hipocresía del mundo moderno. Es la clase de persona que cuestiona el concepto de propina, que defiende el uso del baño de discapacitados si la situación apremia o que se niega a compartir sus palomitas en el cine. Es, de algún modo, el Don Quijote de una era asfixiada bajo el yugo de unos convencionalismos sociales que él, desde su incansable inconformismo, se niega a acatar. Y sí, es evidente que esa misma actitud provocará que muchos no puedan aguantarle ni dos capítulos seguidos, pero es también lo que hace que 'Curb Your Enthusiasm' sea la serie única que es; una de esas que no buscan contentar a todo el mundo sino, por el contrario, convertirse en la voz de unos pocos. En el refugio de los incomprendidos. En el paraíso de los insufribles. En el último reducto de esos locos que, como Larry, preferimos irnos de la fiesta antes que tener que cantar el cumpleaños feliz.