Críticas de Alguien tiene que morir

Alguien tiene que morir es una miniserie que decepciona. Y lo hace porque se toma demasiado en serio a sí misma. Tenía margen para ser mucho más descarada, cómica, exagerada y violenta, y parece saberlo (el final, sin ir más lejos), pero no arriesga, y quiere ser demasiado seria, sin conseguir un buen resultado. El elenco es bueno y hay escenas poderosas, pero los personajes son algo débiles, la trama del bailarín mexicano no engancha y, como decimos, no se atreve a arriesgar nada cuando tenía cancha más que de sobra para hacerlo. Daba para mucho más.

"Alguien tiene que morir" es una miniserie drama familiar ambientado en la España de los años cincuenta que nos cuenta la historia de la familia Falcón, miembros de la clase privilegiada durante el franquismo. Todo se complica con el regreso del hijo, Gabino, cuando todos empiezan a sospechar de su homosexualidad.
La serie está construida sobre los secretos de la familia Falcón, aunque en ningún momento se entra de lleno en ellos y eso hace que se pierda fuerza en las tramas. Muchas historias y personajes quedan en el aire, sin saber bien qué pasa o porque han aparecido en la historia principal. Una serie, en mi parecer, incompleta, que deja mucho a la imaginación a través de insinuaciones pero que no da detalles claro de todo.

Vaya desastre.
Cuánto me esperaba de esta serie por el reparto y cuánta decepción me llevé.
Vaya despropósito de guion.

El mexicano Manolo Caro dirige y escribe una idea propia en formato miniserie de 3 capítulos (o película de 2,5 horas). 'Alguien tiene que morir' es un drama clásico ambientado en la España de los años 50 y dos protagonistas homosexuales.

Manolo Caro nos presenta una novela con formato de thriller, donde en lugar de tener un cadáver al inicio de la historia y tener que realizar una investigación indagando en los trapos sucios, lo que tenemos es lo contrario, como dice el titulo, sabemos que alguien va a morir en la serie, y mientras vamos conociendo las fricciones, tensiones y mentiras que revelan los personajes, el espectador no podrá evitar intentar adivinar quién es el que va a morir.

El ritmo está bien, similar a las clásicas novelas de sobremesa españolas, con algunos pequeños giros que debe tener toda novela, pero con una gran diferencia argumental, tatar como tema principal la homosexualidad del personaje principal y ambientarla en la España de Franco de los años 50.

La serie es coral y cuenta con un gran elenco de estrellas que realizan una gran interpretación dramática. Me han gustado especialmente: Isaac Hernández, que hace una actuación sexy, sensible y natural; Cecilia Suárez, con una caracterización increíble, y un cambio de registro que la hacen casi irreconocible; y Alejandro Speitzer, con una buena interpretación dramática. El resto del reparto esta igualmente a la altura, pudiendo reconocer a Pilar Castro, Mariola Fuentes, Manuel Morón, Juan Carlos Vellido, Carmen Maura, Ester Expósito, Carlos Cuevas y Eduardo Casanova.

Creo que la parte técnica es de lo mejor de la serie, me han gustado mucho los decorados, el vestuario, la ambientación... son totalmente creíbles y realistas y demuestran una gran dirección artística. La fotografía de Ángel Amorós nos muestra unos tonos grises, ocres y verdes, un mundo sin colores vivos, hasta que veamos el rojo sangre.

El premiado compositor madrileño Lucas Vidal crea la banda sonora, con una partitura es elegante, atractiva y vibrante.

Aunque no sea un gran drama, la suma de la buena calidad técnica y artística, junto con la originalidad de centrarse en dos protagonistas gays, y el giro final, me dejaron una buena sensación.