Redactada: 2025-06-15
Charlotte Regan, procedente del mundo del videoclip y ya galardonada con numerosos premios por sus cortometrajes creativos y comprometidos, firma con “Scrapper” su primer largometraje.
Tras la muerte de su madre, Georgie, de 12 años, vive sola gracias a pequeños hurtos mientras hace creer a los trabajadores sociales poco exigentes que tiene un tutor que la cuida. Sin embargo, la vida cotidiana de la niña se ve trastornada por la llegada de su (muy) joven padre, al que no conoce y al que considera desde el principio una molestia, mientras que este intenta, como puede, redimirse ante ella. Comienza entonces una improbable convivencia entre un padre y una hija obligados a conocerse y a superar juntos su duelo.
Oscilando entre el cuento filosófico y el realismo social, “Scrapper” ofrece en todos los niveles una sabia mezcla de fantasía y sobriedad; así, la película opta por situar la acción en los suburbios grises de Londres, pero en los que Georgie vive en una calle con casas multicolores. La película también comienza como una fábula, en la que la niña aparece tan ingeniosa como Pippi Calzaslargas, sumamente inteligente y viviendo casi en autarquía (la vemos, por ejemplo, robando bicicletas para subsistir, evitando la escuela y a sus compañeros (excepto a su mejor amigo) y engañando a los servicios sociales mediante una técnica sacada directamente de los dibujos animados), a medio camino entre “El arte de vivir... ¡pero bien!” y los libros de Roald Dahl.
Esta decisión no solo permite a Charlotte Regan cultivar la dimensión social de su película, sino también, y sobre todo, plantar sin pesadez ni patetismo un decorado que el resto de la película hará añicos.
El pequeño mundo sorprendentemente funcional (en apariencia) de Georgie esconde, al igual que su temperamento fogoso, los personajes caricaturescos que la rodean (pero que no la comprenden) o incluso su casa, con su fachada en tonos pastel y su decoración sin cambios desde la muerte de su madre, un vacío y un dolor que la llegada de su padre sacará a la luz, obligándola a aceptar que la soledad en la que se ha encerrado no es una solución y que la única manera de vencer su mal es aceptar volver a abrirse a los demás.
“Scrapper” traza así un retrato doble, extremadamente sensible y a veces incluso doloroso, de estos personajes marginales y desfavorecidos, a quienes las trágicas circunstancias obligan a madurar y a aceptarse mutuamente, ayudados y perjudicados por la multitud de puntos en común que descubren tener, ofreciendo a uno una nueva oportunidad de cumplir su papel de padre y al otro la posibilidad de reconstruirse, al final en un camino sembrado de obstáculos pero que conduce a la armonía y a la renovación (según sus propias reglas) de la célula familiar que les faltaba.
Una primera película ambiciosa y poética, acompañada de un buen contenido social.
Tras la muerte de su madre, Georgie, de 12 años, vive sola gracias a pequeños hurtos mientras hace creer a los trabajadores sociales poco exigentes que tiene un tutor que la cuida. Sin embargo, la vida cotidiana de la niña se ve trastornada por la llegada de su (muy) joven padre, al que no conoce y al que considera desde el principio una molestia, mientras que este intenta, como puede, redimirse ante ella. Comienza entonces una improbable convivencia entre un padre y una hija obligados a conocerse y a superar juntos su duelo.
Oscilando entre el cuento filosófico y el realismo social, “Scrapper” ofrece en todos los niveles una sabia mezcla de fantasía y sobriedad; así, la película opta por situar la acción en los suburbios grises de Londres, pero en los que Georgie vive en una calle con casas multicolores. La película también comienza como una fábula, en la que la niña aparece tan ingeniosa como Pippi Calzaslargas, sumamente inteligente y viviendo casi en autarquía (la vemos, por ejemplo, robando bicicletas para subsistir, evitando la escuela y a sus compañeros (excepto a su mejor amigo) y engañando a los servicios sociales mediante una técnica sacada directamente de los dibujos animados), a medio camino entre “El arte de vivir... ¡pero bien!” y los libros de Roald Dahl.
Esta decisión no solo permite a Charlotte Regan cultivar la dimensión social de su película, sino también, y sobre todo, plantar sin pesadez ni patetismo un decorado que el resto de la película hará añicos.
El pequeño mundo sorprendentemente funcional (en apariencia) de Georgie esconde, al igual que su temperamento fogoso, los personajes caricaturescos que la rodean (pero que no la comprenden) o incluso su casa, con su fachada en tonos pastel y su decoración sin cambios desde la muerte de su madre, un vacío y un dolor que la llegada de su padre sacará a la luz, obligándola a aceptar que la soledad en la que se ha encerrado no es una solución y que la única manera de vencer su mal es aceptar volver a abrirse a los demás.
“Scrapper” traza así un retrato doble, extremadamente sensible y a veces incluso doloroso, de estos personajes marginales y desfavorecidos, a quienes las trágicas circunstancias obligan a madurar y a aceptarse mutuamente, ayudados y perjudicados por la multitud de puntos en común que descubren tener, ofreciendo a uno una nueva oportunidad de cumplir su papel de padre y al otro la posibilidad de reconstruirse, al final en un camino sembrado de obstáculos pero que conduce a la armonía y a la renovación (según sus propias reglas) de la célula familiar que les faltaba.
Una primera película ambiciosa y poética, acompañada de un buen contenido social.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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