Crítica de Noche de miedo por Calibibi

¡Humperdink! ¡Humperdink! ¡Humperdink!

Dos años antes de dar vida al malvado príncipe Humperdink, Chris Sarandon ya mostraría sus dotes de villano de alta cuna, de malo con estatus, en una sátira de tono adolescente de las películas de vampiros de siempre, y lo haría personificando al rey de la noche, más conde que Drácula, que llevará el terror a un vecindario norteamericano.


En 1985, una noche de miedo era muy diferente a las de hoy en día, entonces había más látex y menos CGI, y la música estaba plagada de sintetizadores que hoy sustituimos por "Auto-Tune" (no se qué da más miedo).
En cualquier caso, para su época, maquillaje y efectos fueron el punto fuerte de la película. En contexto estaban bastante bien conseguidos, la inspiración estaba clara, el videoclip "Thriller" de Michael Jackson que tres años antes fuera todo un boom, pero vista hoy causan más risas que espanto.

Y quizás sea ese tono de comedia el que salva a la película en el tiempo, el que permite que siga conservando la buena consideración de antaño, pues permite pasar un rato entretenido.
El personaje de Peter Vincent es el principal encargado de dar el toque cómico, aunque muchos de sus gestos chocan demasiado con el de los compañeros de reparto, se ve claro que este iba desde el principio a hacer reír.
Por eso para mi Rata es el mejor personaje, porque su actitud va evolucionando junto con el tono de la película, y porque su transformación es sin duda la más impactante.

Contamos también con un componente erótico representado fundamentalmente por la protagonista femenina, que sumaría puntos con los adolescentes de los 80, y que además concuerda perfectamente con las leyendas vampíricas de irresistibles seductores para el género femenino. Pero también sufre el paso del tiempo, y vista con el prisma actual resulta hasta casposa.

Las actuaciones en general no me parecen destacables. El atractivo de la película no es otro que la nostalgia, y el nivel de efectos y maquillaje de hace 50 años. Hoy entretiene, sin más