Redactada: 2019-10-20
En su día no fueron pocos los que se sintieron decepcionados con "Muertos de risa". La carrera de Alex de la Iglesia estaba llamada a convertirse en estratosférica (a ninguno nos hubiera extrañado que el director hubiera alcanzado un estatus similar al conseguido por Guillermo del Toro) y, después de Perdita Durango, esta película pareció un nuevo paso atrás, pues no cumplía con las expectativas depositadas en él. Pero ¿era un problema del film o de el lugar hacia dónde habíamos dirigido nuestras expectativas?
Resultó que el universo que le interesaba a De la Iglesia no era el universo hacia el que apuntaban sus seguidores y eso generó un cierto desconcierto. Vista en perspectiva, no era el director el que iniciaba un camino errático, sino que éramos sus seguidores los que habíamos mirado el dedo en vez de la luna. De la Iglesia no quería ser Del Toro, nunca le ha interesado el camino de las historias corrientes y, al contrario que el director mexicano, empeñado en normalizar lo extraordinario, De la Iglesia se ha decantado por hiperbolizar lo ordinario. Así su filmografía se ha llenado de magníficos cuentos morales que suponen un retrato nada corriente de nuestra naturaleza.
Muertos de risa es el primero de esos relatos en el que cada uno queremos ser lo que es el otro y en ello destruimos nuestra grandeza y reforzamos nuestra miseria. Formalmente es el Forrest Gump de Alex, filmada con enorme brillantez técnica, pero todo ello queda eclipsado ante el privilegio que supone que De la Iglesia nos permita asomarnos a su particular sala de espejos deformes en la que todos tenemos nuestro reflejo.
Una película brillante de uno de los más brillantes realizadores de nuestro cine.
Guion
4 ✮
Banda sonora
4 ✮
Interpretación
4 ✮
Efectos
4 ✮
Ritmo
4 ✮
Entretenimiento
3 ✮
Complejidad
3 ✮
Sentimiento
0 ✮
Duracion
0 ✮
Credibilidad
3 ✮
Fotografía
0 ✮
Dirección
0 ✮

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