Crítica de Los mundos de Coraline por MrPenguin

El haber dirigido un título tan mítico como 'Pesadilla antes de Navidad' ya debería haber bastado para colocar a Henry Selick en el olimpo de la animación, pero lo cierto es que el director, eclipsado durante años por la alargada sombra de Tim Burton, tuvo que reivindicar su nombre con 'Los mundos de Coraline', una nueva prueba de su desbordante creatividad y otra maravilla animada más que sumar a su filmografía. Selick, adaptando esta vez la novela 'Coraline' de Neil Gaiman, recupera el estilo tenebroso de su ópera prima y nos adentra en la vida de Coraline Jones, una inteligente y curiosa jovencita que descubre una puerta secreta a un mundo paralelo cuya aparente utopía, tan perfecta como superficial, será demasiado irresistible como para no verse atraída por ella. Un idílico lugar que pronto comenzará a mostrar su lado más perverso y que sumergirá a Coraline, así como a nosotros mismos, en una tétrica aventura llena de extraños personajes, inquietantes misterios y siniestras realidades.

Por supuesto, y como en todo buen cuento que se precie, 'Los mundos de Coraline' también tiene hueco para esconder una moraleja entre su retorcido entramado de pesadilla y, por si fuera poco, lo hace además con una envidiable profundidad. Ese viaje al mundo paralelo no deja de ser una representación de cómo Coraline, una niña infeliz cuyos padres están demasiado ocupados trabajando, prefiere evadirse hacia una realidad que esconde todos sus sueños y deseos ocultos, pero también todo el odio y el miedo que alberga en su interior. La película navega por ese plano metafórico para crear una hisoria con cierto halo de tristeza y melancolía, aunque resaltando a la vez la parte luminosa que viene reflejada tanto por el coraje de la propia Coraline, siempre dispuesta a seguir adelante pese a sus temores, como por el verdadero valor de la familia. Reflexivo trasfondo para esta joyita del stop motion, tan bellamente animada como brillantemente narrada, que nos invita a regresar a la infancia, a dejarnos atrapar por el otro lado del espejo y a perdernos en su imaginativo laberinto de fantasía.