Crítica de La mujer en la ventana por Sandris

Si tuviese delante al señor Joe Wright, sin duda le preguntaría cómo se pasa de rodar obras de arte como ‘Expiación’ y ‘Orgullo y Prejuicio’ a esto. Me parece incomprensible, pero vamos por partes que esto va a ser un descuartizamiento a lo Jack el Destripador aunque más cool. Por una parte, tenemos a Anna una psicóloga que sufre de agorafobia y que por lo tanto no sale nunca de su casa. Un día conoce a una misteriosa mujer con la que entabla amistad, hasta que en sus paseos nocturnos frente a la ventana observa cómo su nueva amiga es asesinada. Anna hace lo que cualquiera de nosotros haríamos, llama a la policía. Todo se complica todavía más cuando creen que Anna es una loca que ha perdido por completo la noción de la realidad a causa de las potentes pastillas que se toma y nadie la cree, de modo que será ella misma quien intente desentrañar el misterio desde su sofá. ¿Nada mal eh?
Ahora bien, no hay que ser Einstein para darnos cuenta de que estamos ante la enésima adaptación de un clásico de Hitchcock que, si ahora mismo se levantase de su tumba, puede que le escupiese a Joe Wright y a Netflix en sus hermosas caras con un poquito de maldad y alevosía. La trama no está mal construida del todo y podría haber sido un thriller potente si no me hubiese olido el pastel en los primeros quince minutos. Os puedo jurar que no tengo ningún tipo de parentesco con Aramís Fuster, palabrita.

Cuando veo este tipo de filmes siempre digo que si Dios inventó las persianas fue por algo, al menos unas cortinitas por favor. Lo único que me da verdadera pena es lo desaprovechadísimos que están todos los personajes, en especial mi queridísima Amy Adams. Solo por verla bebiendo vino como una cosaca mientras no para de ver películas antiguas ha merecido la pena (bueno casi).