Crítica de La autopsia de Jane Doe por gjulo

Siete años después de la película “The Troll Hunter”, ahora de culto, resonara en los bosques noruegos, donde André Øvredal mezclaba la perfecta de angustia, fascinación e hilarante humor animado por la grotesca aparición de estas legendarias criaturas en un escenario realista, el largometraje se situó claramente en el podium del falso documental de la época, distinguiéndose por su tono, bastante único en este terrorífico subgénero. Pero el tiempo pasó, y los excelentes recuerdos de aquel trekking noruego y el encuentro con aquellas criaturas fantásticas fueron desapareciendo de nuestras mentes, al igual que el nombre de André Øvredal.
Y entonces, de la nada, en 2017, llegó “La autopsia de Jane Doe”, la primera experiencia americana del director, que hacía su tardío regreso con un planteamiento simple, efectivo e inevitablemente intrigante: un padre (Brian Cox) y su hijo (Emile Hirsh), ambos médicos forenses, se ven enfrentados a sucesos sobrenaturales tras la autopsia del cadáver de una misteriosa Jane Doe. ¿Quién es esta desconocida cuyo paso por la autopsia crea tantos fenómenos extraños como enigmas a estos dos médicos? Esa es la gran pregunta al comienzo de la película. No importa lo rápido que se desvele el misterio de su verdadera naturaleza (algunas pistas son, por desgracia, demasiado obvias), la proeza de Øvredal consiste -sin desvelar demasiado- en extraer una vez más elementos de un determinado folclore, en este caso estadounidense, y presentárnoslos desde un punto de vista nuevo y, todo sea dicho, racional. Si el aspecto realista de "The Troll Hunter" estaba anclado en su forma de falso documental, aquí se plasma en la visión científica que los dos protagonistas principales tienen de los acontecimientos a los que se enfrentan. Como en los primeros momentos de la película, proceden a su examen paso a paso, con un rigor establecido, una seriedad y un sentido de la costumbre metódica (reforzados por la estética antigua y congelada de esta morgue familiar transmitida de generación en generación), pero los interrogantes que plantean los descubrimientos realizados sobre este cuerpo, desintegran poco a poco sus certezas hasta perderlos en la irracionalidad más total. El aura asfixiante del cadáver se va contagiando poco a poco a la atmósfera, la tensión aumenta de la forma más hábil posible, las manifestaciones paranormales ganan en potencia (seguimos encontrando la idea de un anclaje arcaico con el uso indebido de la famosa campana) y siempre consiguen crear cierta sensación de lo inesperado gracias a sus múltiples formas. Hay algún que otro salto "obligatorio" aquí y allá, pero la maestría de André Øvredal en los giros de los dos primeros tercios de su historia (imagínense a un croupier que siempre te reparte las cartas adecuadas en el momento adecuado) hace que sea fácil perdonar estos pequeños contratiempos, sobre todo porque el conjunto está visualmente muy bien hecho, la película aprovecha a la perfección cada uno de los escenarios de su espacio cerrado para aumentar la sensación de encierro. En cambio, estaremos un poco menos dispuestos a transigir con el desenfado de la última parte, que ve cómo la relación familiar, el elemento más débil del guión desde el principio por su clasicismo (a pesar de la formidable interpretación), se convierte en la piedra angular del desenlace. Tras un giro previsible, la película da la impresión de querer acabar rápidamente para quedarse en una nota positiva. Entre una obligada escena de confesión entre padre e hijo y algunas repeticiones en la resolución del misterio principal (la fascinante idea del miedo humano como base de "algo más" es, por desgracia, pasada por alto) , la conclusión, por desgracia, nunca aporta la misma satisfacción que habíamos sentido hasta entonces. Nos quedamos aferrados a los detalles que nos proporciona el epílogo, que nos recuerda todos los mejores momentos de esa noche de pesadilla pasada en la morgue... ¿Te apetece pasar una noche loca descuartizando un cadáver sin igual? "La autopsia de Jane Doe" es para ti, ¡y cumple (casi) todo lo que promete!