Redactada: 2024-04-01
Nos vamos de nuevo de viaje a la vieja Skull Island (La Isla de la Calavera), el único lugar de nuestro viejo planeta "donde Dios no completó Su Creación" y el lugar de nacimiento del más famoso de los gorilas con brotes de crecimiento demencial, nuestro amigo King Kong. La idea de revisitar el mito de King Kong, llevado a la pantalla por primera vez en 1933 por Merian C. Cooper, y de nuevo en 2005 tras el remake de Peter Jackson, estrenado en 2010, ya fue una gran decisión, y no sin consecuencias. Sin olvidar la anterior película dirigida por Peter Jackson, sería de tontos atreverse a hacer cualquier comparación entre ambas, tanto es así que "Kong: La isla calavera" toma una dirección radicalmente distinta, la de un blockbuster alegremente desenfrenado que se inclina claramente hacia el cine japonés, con sus impresionantes batallas entre monstruos gigantes en las que el ser humano a menudo sólo juega el papel de espectador (sólo el guiño introductorio, protagonizado por un enfrentamiento entre dos soldados, uno americano y otro japonés, durante la Segunda Guerra Mundial, muestra la inclinación de este producto puramente hollywoodiense hacia el País del Sol Naciente). La prueba está en que el viaje en barco a la famosa isla era un pretexto para desarrollar los personajes humanos en la película de Jackson. Aquí, sin embargo, no hay nada de eso: la travesía del Pacífico se despacha en apenas unos minutos, y los miembros de la expedición quedan reducidos a estereotipos andantes de los que nunca consiguen salir más adelante (o bien la culpa es de las grandes carencias de la escritura para desarrollarlos, o bien de la flagrante y unánime falta de inversión por parte de los actores, que ofrecen lo mínimo; aunque lo dudamos dada la calidad de los intérpretes). Los temas abordados a través de las "divertidas" ideas de los bombardeos científicos en la isla o de ese antagonista militar necesitado de guerra (y por tanto loco) tras la debacle de Vietnam se quedan en lo más elemental y son además simples balbuceos argumentales para dar rienda suelta al bestiario fantástico de la isla. De hecho, y éste es su mayor problema, "Kong: La isla calavera" es tan básica en tantos aspectos que es poco probable que cause impacto alguno en los espectadores que busquen algo más que un simple entretenimiento. En definitiva, salvo quizás cuando trata de encajar en un universo mucho más amplio ( la mención a cierta organización y, por supuesto, la muy buena escena post-género, tan tentadora para el futuro) , la película tiene la sutileza de un enorme primate que se coge un berrinche por el robo de su reserva de plátanos gigantes, y os dejamos que imaginéis el resultado.... Pero al final todo eso nos da igual, ¡porque hemos vuelto a la Isla Calavera para visitar a nuestro amigo Kong! Y, desde ese punto de vista, no podemos estar decepcionados. El gorila nunca ha sido tan grande, no sólo en tamaño, sino también en su condición de "Rey" de esta tierra olvidada. A diferencia de todos los parásitos humanos, Kong se convierte en el personaje más desarrollado de la película, encontrando una verdadera razón de ser gracias a sus orígenes y a su papel en el equilibrio natural de su entorno. Todas sus batallas siguen una especie de justificación lógica que nos permite descubrir otras facetas de la gran bestia.
Tranquilos, sigue teniendo esa extraña fijación con las chicas rubias, pero aquí se nos muestra de una forma completamente diferente (menos pasional y más lógica) que en todas sus aventuras cinematográficas anteriores. El enorme gorila está en plena forma, al igual que el resto de bestias que la acompañan. Desde los gigantescos animales que han evolucionado literalmente fusionándose con la naturaleza hasta los "Skullcrawlers" rencorosos con nuestro primate favorito, todo es un pretexto para volarles la cabeza y crear un auténtico infierno en la isla donde los humanos no son más que carne de cañón.
El director Jordan Vogt-Roberts encadena planos icónicos de King Kong en dantescos enfrentamientos (el intenso duelo de miradas cara a cara entre el demente personaje de Samuel L. Jackson y el gorila, ¡vaya!) y supera con creces su apuesta de resucitar a este monstruo mítico del cine de una forma deliciosamente desenfadada que refleja el contexto de los 70 (la banda sonora es una gramola de la época).
Hay que admitir que, incluso desde este punto de vista, no todo es perfecto, algunos de los efectos especiales son de una calidad más que aleatoria y la película resulta mucho más convincente cuando los decorados son naturales (los que tienen fondos verdes son digitalmente vomitivos), pero no se le puede reprochar su gran generosidad. En ese sentido, las dos horas de la película pasan volando a una velocidad incomprensible. "Kong: La isla calavera" puede verse como la entretenida superproducción que es, y estarás deseando ver al gran simio retozando junto a cierto gran lagarto. Si buscas otra cosa, no la veas porque la película de Jordan Vogt-Roberts parte de un guión insípido, con unos diálogos que resultan aún más ridículos. Es una precuela de aventuras/acción pero totalmente descerebrada y medianamente lograda. Al final, lo único que queda es el carisma natural y atemporal de la bestia, "King Kong".
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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