Crítica de El apartamento por gjulo
Redactada: 2025-03-16
“El Apartamento “ es una película con un sutil equilibrio entre risa y emoción, con actores prodigiosos y todas las cualidades habituales de Billy Wilder.
Así mismo, la película es también una crítica mordaz del mundo empresarial y que, como tal, sigue siendo tremendamente actual. Ahí es donde este largometraje da en el clavo desde el principio. Estamos ante C. C. Baxter, el arquetipo de empleado moderno presionado por su empresa. El espacio abierto en el que trabaja le pone en competencia directa con todos los demás empleados, y la presión de los superiores que juegan al chantaje con promesas de ascenso es permanente. Es un empleado al que hay que doblegar. Pero lo peor de todo es que la empresa no le deja intimidad. Le persigue hasta su propia casa, le coge la cama, le desaloja en mitad de la noche. Mucho antes de la invención de los teléfonos inteligentes e Internet, que permiten a los jóvenes y dinámicos ejecutivos trabajar desde casa hasta horas intempestivas sin cobrar ni una sola hora extra, Billy Wilder describe un mundo en el que la separación entre lo público y lo privado está abolida. La esencia misma de las dictaduras. Una especie de 1984 donde el Gran Hermano es sustituido por la jerarquía de una empresa inhumana con más de 31.000 empleados.
Dos lugares: tal es la combinación que Wilder propone en esta pequeña obra maestra de la comedia sentimental, con una rara inteligencia en su gestión del espacio.
La violación de la esfera privada, y en consecuencia del individuo, es uno de los grandes principios de la historia: los ejecutivos de la empresa se abalanzan sobre su cama, y con ellos las mujeres a las que engañaban, obligando a Baxter a aparecer ante sus vecinos como un Don Juan inmoral, ocasión de numerosos malentendidos cómicos, pero también de una renuncia absoluta a sus impulsos sinceros.
Por ello, parece que incluso el amor está sometido a las leyes del mercado y de la empresa. El jefe que se toma la libertad de cambiar regularmente de amante, contentándose con promocionar su antigua relación antes de deshacerse de ella (¿con un billete de cien dólares?), como acabo de mencionar. En el mundo doblemente deshumanizado de la gran empresa de la gran ciudad, las relaciones sociales son falsas y están sometidas a una presión constante. El mundo exterior funciona como un negocio.
En medio de todo esto, Baxter emerge rápidamente como un extraño. Es él quien busca relaciones humanas reales. Baxter es aquel que rechaza la deshumanización del mundo. Para él, las mujeres no son intercambiables a voluntad. Da prioridad a los sentimientos. Es humano.
Por ello, la conclusión de la película es elocuente: para vivir como es debido, hay que salir de este mundo en el que todo es mercancía. Baxter ya no está en la gran empresa, Fran ya no está con el gran jefe, así que por fin pueden empezar a vivir.
Es en los minutos finales cuando se recupera el espacio, a través del silencio: el silencio de la resignación, del rechazo, y de la sonrisa de la mujer que por fin comprende que la felicidad estaba a su alcance, recluida en este refugio del mundo.
“El apartamento” es una representación bastante melancólica del hombre neoyorquino, que tiene la modestia de ocultar su tristeza tras una fina capa de humor. Como los más grandes directores del género, Billy Wilder comprendió que las mejores comedias son las que se equilibran en la delgada línea que separa la risa del llanto. Con rara maestría, el cineasta juega con nuestras emociones. Por ejemplo, la escena de la fiesta de Navidad de la empresa en la que Baxter enseña a Fran su orgulloso bombín. Por un lado, Baxter es muy gracioso. Por otro, Fran está triste. Y la escena se desarrolla entre los dos, jugando a dos bandas a la vez, en un equilibrio que muy pocos cineastas han sabido encontrar.
Shirley McLaine (sobre todo en la segunda mitad de la película) interpreta a un personaje frágil, un animalito tembloroso al que apetece abrazar. Un personaje que Baxter se esfuerza por ver a través de los ojos de la inocencia, aunque sabe que ella es más compleja que eso. Porque “El Apartamento” es también una película sobre la forma en que miramos a la gente que nos rodea, y la forma en que esa mirada moldea a los demás.
Si tenemos en cuenta la cantidad de obras maestras de este fantástico director, ¡ya sabes lo que tiene que hacer si no has visto esta película!
Así mismo, la película es también una crítica mordaz del mundo empresarial y que, como tal, sigue siendo tremendamente actual. Ahí es donde este largometraje da en el clavo desde el principio. Estamos ante C. C. Baxter, el arquetipo de empleado moderno presionado por su empresa. El espacio abierto en el que trabaja le pone en competencia directa con todos los demás empleados, y la presión de los superiores que juegan al chantaje con promesas de ascenso es permanente. Es un empleado al que hay que doblegar. Pero lo peor de todo es que la empresa no le deja intimidad. Le persigue hasta su propia casa, le coge la cama, le desaloja en mitad de la noche. Mucho antes de la invención de los teléfonos inteligentes e Internet, que permiten a los jóvenes y dinámicos ejecutivos trabajar desde casa hasta horas intempestivas sin cobrar ni una sola hora extra, Billy Wilder describe un mundo en el que la separación entre lo público y lo privado está abolida. La esencia misma de las dictaduras. Una especie de 1984 donde el Gran Hermano es sustituido por la jerarquía de una empresa inhumana con más de 31.000 empleados.
Dos lugares: tal es la combinación que Wilder propone en esta pequeña obra maestra de la comedia sentimental, con una rara inteligencia en su gestión del espacio.
La violación de la esfera privada, y en consecuencia del individuo, es uno de los grandes principios de la historia: los ejecutivos de la empresa se abalanzan sobre su cama, y con ellos las mujeres a las que engañaban, obligando a Baxter a aparecer ante sus vecinos como un Don Juan inmoral, ocasión de numerosos malentendidos cómicos, pero también de una renuncia absoluta a sus impulsos sinceros.
Por ello, parece que incluso el amor está sometido a las leyes del mercado y de la empresa. El jefe que se toma la libertad de cambiar regularmente de amante, contentándose con promocionar su antigua relación antes de deshacerse de ella (¿con un billete de cien dólares?), como acabo de mencionar. En el mundo doblemente deshumanizado de la gran empresa de la gran ciudad, las relaciones sociales son falsas y están sometidas a una presión constante. El mundo exterior funciona como un negocio.
En medio de todo esto, Baxter emerge rápidamente como un extraño. Es él quien busca relaciones humanas reales. Baxter es aquel que rechaza la deshumanización del mundo. Para él, las mujeres no son intercambiables a voluntad. Da prioridad a los sentimientos. Es humano.
Por ello, la conclusión de la película es elocuente: para vivir como es debido, hay que salir de este mundo en el que todo es mercancía. Baxter ya no está en la gran empresa, Fran ya no está con el gran jefe, así que por fin pueden empezar a vivir.
Es en los minutos finales cuando se recupera el espacio, a través del silencio: el silencio de la resignación, del rechazo, y de la sonrisa de la mujer que por fin comprende que la felicidad estaba a su alcance, recluida en este refugio del mundo.
“El apartamento” es una representación bastante melancólica del hombre neoyorquino, que tiene la modestia de ocultar su tristeza tras una fina capa de humor. Como los más grandes directores del género, Billy Wilder comprendió que las mejores comedias son las que se equilibran en la delgada línea que separa la risa del llanto. Con rara maestría, el cineasta juega con nuestras emociones. Por ejemplo, la escena de la fiesta de Navidad de la empresa en la que Baxter enseña a Fran su orgulloso bombín. Por un lado, Baxter es muy gracioso. Por otro, Fran está triste. Y la escena se desarrolla entre los dos, jugando a dos bandas a la vez, en un equilibrio que muy pocos cineastas han sabido encontrar.
Shirley McLaine (sobre todo en la segunda mitad de la película) interpreta a un personaje frágil, un animalito tembloroso al que apetece abrazar. Un personaje que Baxter se esfuerza por ver a través de los ojos de la inocencia, aunque sabe que ella es más compleja que eso. Porque “El Apartamento” es también una película sobre la forma en que miramos a la gente que nos rodea, y la forma en que esa mirada moldea a los demás.
Si tenemos en cuenta la cantidad de obras maestras de este fantástico director, ¡ya sabes lo que tiene que hacer si no has visto esta película!
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Sentimiento
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Duracion
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Credibilidad
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Fotografía
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Dirección
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