Redactada: 2025-08-17
Cuando estaba en plena ascensión artística hacia las más altas esferas, “Mother” lo dejó todo para abrazar la maternidad y ocuparse de su hijo pequeño. Con la sensación de estar perdiéndose a sí misma en ese rol ingrato, repetitivo y desgastante, un día “Mother” empieza a notar extraños fenómenos pilosos en su cuerpo… Con un tono abiertamente corrosivo, “Canina” necesita apenas unos minutos (gracias a un prólogo y a unos títulos de apertura vibrantes) para dibujar el retrato de una mujer que simplemente ya no lo es, completamente absorbida por su condición de madre, que se ha convertido en destructora de todos los demás aspectos de la identidad que había construido antes de dar vida. El intelecto, el interés artístico, las aspiraciones, el tiempo para sí misma… todo se va evaporando cada día frente a la carita de su hijo, al que sigue queriendo, pero que también percibe como un ancla que la arrastra a los abismos del olvido de sí misma. Con un marido feliz que descargar sobre ella el peso de la crianza refugiándose en su trabajo, “Mother” acaba poco a poco arrastrada por la embriaguez de la depresión, hasta convencerse de que existe una vía de escape también para ella… a través de una transformación canina. Resonando con recuerdos lejanos de su infancia, interpretados por unos ojos todavía ingenuos, “Mother” se vuelca en ese estado “natural”, apoyada por un inconsciente dispuesto a darle pruebas tangibles del fenómeno, en su intento de encontrar un respiro y volver a existir. Y hay que reconocer que, al lograr un equilibrio entre comedia negra y drama, con una puesta en escena eficaz y un montaje certero, la escalada de gruñidos de “Mother” narrada en la primera mitad de “Canina” funciona bastante bien.
Aunque no sea la primera vez que alguien lo hace, la película escrita y dirigida por Marielle Heller disfruta dinamitando la imagen idílica de la maternidad, mostrándola como una auténtica pesadilla de pérdida de referentes existenciales. Así, conviven situaciones de humor ácido sobre esta condición con el sufrimiento de una mujer plenamente consciente de cómo las facetas que la definían se reducen a nada día tras día. Por supuesto, todo ello está sostenido por una siempre impresionante Amy Adams (y no mencionar el trabajo de Scoot McNairy como marido/padre sería casi un crimen). “Canina” nos convence de que tiene el potencial de pertenecer a esa estirpe de películas imparables en el delirio en el que se sumergen (aquí, una ama de casa que literalmente se transforma en perra), logrando impactar con las consecuencias que ello conlleva en términos de situaciones e interacciones (la relación con el hijo, el marido, el trío de madres, los regresos al pasado, una figura protectora…). Cuando la película parece llegar a su punto de inflexión, con una “Mother” encontrando por fin una nueva luz en esa dirección tan insólita como pertinente, nada parece frenar las buenas intenciones del conjunto. Y sin embargo, justo en lo que debería ser su clímax, “Canina” empieza a desinflarse como un globo que ya no sabe muy bien qué contar, limitándose a hacer que su heroína retroceda al punto de partida cuando lo que tocaba era que alcanzara todo su potencial. A partir de ahí, y pese a algunos destellos que recuerdan lo mejor de la primera parte (Amy Adams y Scoot McNairy siempre logran resucitar algo en sus intercambios), el largometraje se entrega a situaciones mucho más convencionales, como si temiera hundirse del todo en la locura depresiva en la que podría haberse dejado arrastrar. Así, abandona buena parte de los elementos prometedores que había planteado: el grupo de madres reducido a comparsa cómica que solo sirve para aplaudir las frases de la protagonista, o la figura más enigmática dejada en un esbozo. De este modo, sin ser una decepción absoluta, “Canina” se suma en realidad a la larga lista de películas que nos dejan frustrados al perder el rumbo cuando tenían todos los elementos para rozar la gloria y convertirse en una gran película sobre la oscuridad que puede generar la condición de ser madre. Tal como queda, lo que más recordaremos será la formidable Amy Adams, en un largometraje al que le ha faltado, paradójicamente, más garra.
Aunque no sea la primera vez que alguien lo hace, la película escrita y dirigida por Marielle Heller disfruta dinamitando la imagen idílica de la maternidad, mostrándola como una auténtica pesadilla de pérdida de referentes existenciales. Así, conviven situaciones de humor ácido sobre esta condición con el sufrimiento de una mujer plenamente consciente de cómo las facetas que la definían se reducen a nada día tras día. Por supuesto, todo ello está sostenido por una siempre impresionante Amy Adams (y no mencionar el trabajo de Scoot McNairy como marido/padre sería casi un crimen). “Canina” nos convence de que tiene el potencial de pertenecer a esa estirpe de películas imparables en el delirio en el que se sumergen (aquí, una ama de casa que literalmente se transforma en perra), logrando impactar con las consecuencias que ello conlleva en términos de situaciones e interacciones (la relación con el hijo, el marido, el trío de madres, los regresos al pasado, una figura protectora…). Cuando la película parece llegar a su punto de inflexión, con una “Mother” encontrando por fin una nueva luz en esa dirección tan insólita como pertinente, nada parece frenar las buenas intenciones del conjunto. Y sin embargo, justo en lo que debería ser su clímax, “Canina” empieza a desinflarse como un globo que ya no sabe muy bien qué contar, limitándose a hacer que su heroína retroceda al punto de partida cuando lo que tocaba era que alcanzara todo su potencial. A partir de ahí, y pese a algunos destellos que recuerdan lo mejor de la primera parte (Amy Adams y Scoot McNairy siempre logran resucitar algo en sus intercambios), el largometraje se entrega a situaciones mucho más convencionales, como si temiera hundirse del todo en la locura depresiva en la que podría haberse dejado arrastrar. Así, abandona buena parte de los elementos prometedores que había planteado: el grupo de madres reducido a comparsa cómica que solo sirve para aplaudir las frases de la protagonista, o la figura más enigmática dejada en un esbozo. De este modo, sin ser una decepción absoluta, “Canina” se suma en realidad a la larga lista de películas que nos dejan frustrados al perder el rumbo cuando tenían todos los elementos para rozar la gloria y convertirse en una gran película sobre la oscuridad que puede generar la condición de ser madre. Tal como queda, lo que más recordaremos será la formidable Amy Adams, en un largometraje al que le ha faltado, paradójicamente, más garra.
Guion
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Banda sonora
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Interpretación
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Efectos
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Ritmo
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Entretenimiento
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Complejidad
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Dirección
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