Redactada: 2024-07-06
Con cada estreno de 2023 de los restos de DCEU asemejándose al último suspiro de un pez flotando sobre un montón de chatarra al sol, era casi apropiado que finalmente llegara a su fin hoy con su icónico superhéroe de las profundidades marinas: Aquaman.
Al mostrar a Arthur Curry revolcándose en un charco de agua putrefacta y su propio vómito, la escena post-créditos de "The Flash" había puesto el listón al menos tan alto como un reportaje sobre la elaboración del surimi para quitarme las pocas esperanzas que tenía en esta secuela.... Pero seguía cruzando los dedos para que James Wan y su escamoso Momoa ofrecieran un pequeño último aguante acuático a este Universo DC ya muerto y enterrado bajo el peso de todas las aristas encontradas en la última década. Se que es bastante querido pero, por mi parte, tengo que admitir que, al margen de los vuelos de fantasía de su director tras la cámara y de la riqueza colorista del mundo y el bestiario de 'Aquaman', la primera aventura en solitario de Arthur Curry me decepcionó un poco. La que protagonizó con sus compañeros de la Liga de la Justicia subió el nivel en la versión del director's cut, pero aún le costaba establecerse como un personaje realmente interesante tras su simple complexión colosal, sus tatuajes y sus muchas pintas de cerveza. En definitiva, la última cabeza que iba a morder con El hombre que susurraba a las branquias de los peces no era por el superhéroe como tal, sino más bien por su director, que sin duda aún era capaz de unas cuantas secuencias inspiradas en la marea negra que arrastró al resto del DCEU. Y esa es, una vez más, la única cualidad destacable que se puede encontrar en la muy (pero que muy) exigua mariscada que ofrece "Aquaman y el Reino Perdido", en la que sólo destaca este mundo de los mares (y bastante tierra esta vez), mucho más rico que la mayoría de los que se vislumbran en las otras películas del DCEU en cuanto a la gama de coloridos entornos que se ofrecen y la diversidad de criaturas que allí dormitan (aunque ya empecemos a ver claramente los límites en cuanto a imaginación), así como ciertas secuencias impulsadas por el dinamismo de la cámara de Wan para ofrecer fases de acción que intentan ir más allá de la masa del género (hay una gran persecución de un submarino, por ejemplo, o una fase de infiltración bastante impresionante en una base enemiga en planos secuencia). Por desgracia, éste será el único gran esfuerzo reseñable en una secuela floja en casi todos los demás aspectos, y aún más insípida por un montaje digno de un atún cortado en un bar de sushi de mala calidad, en el que está claro que se ha hecho todo lo posible por eliminar las olas de exceso de ambición y ofrecer una montaña rusa superheroica final sin ambición vertiginosa (Por cierto, probablemente no habrá tormenta en torno a la presencia de la sensual Amber Heard, su Mera ha sido visiblemente recortada al máximo cada vez que abre la boca, reduciéndola a un géiser- florero persiguiendo constantemente a su hijo). Incapaz de ir más allá de la trama de la primera película y convertir sus restos en un trampolín para algo nuevo, la película opta por el camino fácil y se repite centrándose una vez más en la dinámica de estos dos hermanos enemigos, pero no demasiado, invirtiendo su equilibrio de poder para enfrentarlos a los malvados designios del vengativo alborotador Black Manta (que no ha cambiado nada en cuanto a motivaciones obsesivas) y a una amenaza aún mayor que, como se verá, nace de la rivalidad entre los dos hermanos. .. Como la familia de Aquaman ha crecido, la paternidad y el peso de la responsabilidad van a mezclarse, obviamente, con una historia teñida de mensajes ecológicos tan sutiles como un montón de icebergs arrojados a un estanque para una aventura con un falso ritmo bastante sorprendente, estrechamente ligado al de su fallida fase introductoria que intenta jugar con la cotidianidad humana/rey de Aquaman y con la que, al final, toda la película parece no saber cómo arreglárselas, convirtiéndose en una caricatura de lo peor que puede hacer una película de superhéroes, a veces centrándose mucho más de lo debido en los chistes malos, a veces agitándose vanamente de la forma más desvergonzada para disimular su escasez.
Por supuesto, se podría decir que he visto cosas peores en la ya larguísima lista de películas superheroicas de los últimos años pero, tras un triste año 2023 tanto para los competidores de Marvel ("Ant-Man y la Avispa: Quantumanía", "The Marvels") como para sus coleguitas de esta crepuscular era DC ("Shazam: Furia de Dioses", "The Flash", "Escarabajo Azul"), "Aquaman y el Reino Perdido" no hace más que confirmar la terrible pérdida de aliento de la que ha sido víctima el género en los últimos tiempos y se convierte en la encarnación misma de un largometraje innegablemente apresurado, que a nadie podría haber importado menos, ni a un público cada vez más hastiado ni a las mentes maestras que ya han dirigido su atención hacia horizontes quizás más prometedores de Gunn/Safran.
No me atrevería a decir que la historia del desaparecido DCEU se merecía una bullabesa de primera para su epílogo, pero algo más agradable que una caja de palitos congelados del Capitán Pescanova algo más frescos habría sido bienvenido... ya que está película huele a pescado podrido.
Guion
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