Crítica de Abierto hasta el amanecer por MrPenguin

Robert Rodriguez y Quentin Tarantino. Dos tipos con estilos muy diferentes entre sí pero unidos por una misma filosofía: la de hacer lo que les da la gana en cada nuevo proyecto. De sus colaboraciones siempre han surgido gamberradas llenas de diversión, excesos y locura, aunque ninguna de ellas tan delirante como la ya mítica 'Abierto hasta el amanecer', una explosiva e impredecible mezcla de géneros donde ambos directores, aportando cada uno su propio toque personal, se lo pasaron en grande para dar lugar a una de las cintas de culto más icónicas y, al mismo tiempo, controvertidas de los 90. La polémica viene sobre todo por las dos partes tan claramente diferenciadas en las que se divide la película, adoptando primero un tono de thriller 100% tarantiniano —incluyendo su peculiar sentido del humor, sus geniales diálogos y su fantástica forma de presentar a los personajes— para, más adelante, desembocar en un salvaje festival de violencia, sangre y fumadas con claras influencias del terror de serie B más artesanal y transgresor.

Ese cambio tan brusco de estilos siempre ha causado un gran rechazo entre buena parte del público, aunque, personalmente, me parece que es algo que encaja bastante bien con el enfoque desvergonzado y desatado de Rodriguez y Tarantino. Es como tener dos películas en una, cada una con sus puntos fuertes y débiles, pero ambas conectadas por una constante sensación de tensión y de inquietud; de que cualquier cosa —por increíble que sea— podría llegar a pasar en el instante menos pensado. Unos solventes George Clooney y Quentin Tarantino —quien también se atrevió con un papel protagonista— serán los encargados de hacernos partícipes de toda esa incertidumbre y, a su vez, de sumergirnos en una disparatada espiral de casquería desenfrenada, personajes excéntricos y momentos surrealistas. Todo un placer culpable de cuyo argumento es mejor saber lo mínimo posible y que, desde luego, no dejará indiferente a nadie.