
Joanne Froggatt
Val
Un día James Bowen, un músico callejero de Londres, se encuentra en su apartamento un gato herido abandonado al que llama Bob... Basado en un bestseller del propio James Bowen (A Street Cat Named Bob, and How he Saved my Life) que estuvo en Inglaterra 52 semanas consecutivas en la lista de los más vendidos.
Que alguien le dé un Oscar a Bob ya, por favor. Que además se interpreta a sí mismo, es que muero de amor.
Conocí esta película porque en un desafío de Navidad cayó su secuela, o su especial navideño, pero la verdad es que no me llamaba demasiado la atención, tenía una pinta un poco cutre, como de telefilm de fin de semana. Ahora no sólo me tengo que tragar mis palabras, es que además me ha gustado mucho.
Es la historia real de James Bowen, un ex drogadicto y un músico callejero que no tenía dónde caerse muerto hasta que no sólo le dieron una oportunidad, sino que además le encontró un pequeño ángel naranja con bigotitos y ronroneos. Bob apareció en su vida y se convirtió en su compañero, su amigo y básicamente su salvador, porque todo lo que no había estado dispuesto a hacer por sí mismo sí que lo iba a hacer por ese animalito al que por cierto le quedan preciosas las bufandas.
Una historia preciosa de superación sin caer en excesivos dramas, no sé si es por la presencia de Bob, que se roba toda la película, pero he estado todo el rato muy blandita y con una sonrisa de oreja a oreja, disfrutando con cada maullido, cada ronroneo y cada cosa que hacía el verdadero protagonista. Y es que en realidad no es que tenga una grandísima trama, sólo el día a día de James intentando salir de un lugar muy oscuro y Bob echando una patita simplemente con estar ahí, dándole un propósito. Pero vamos, habría visto otra hora de película sin problema.
No se puede negar que los animales cambian la vida, y si no que se lo digan a James Bowen, que ahora tiene un amigo para toda la vida que se cree un loro pirata y al que dan muchas ganas de achucharlo. Y que además es un gran actor, aunque Luke Treadaway tampoco lo hace mal, y también tenemos por ahí a Anthony Stewart Head.
Suele decirse que todos tenemos un ángel de la guarda que vela por nosotros, pero no que dichos guardianes, en ocasiones, llegan a nuestras vidas maullando, cubiertos de pelo y con bigotes en lugar de alas. Algo que todos los que tenemos compañía felina ya sabíamos y que alguien como James Bowen, adicto a la heroína y proyecto de músico callejero, descubrirá cuando el verdadero protagonista de esta historia, un gato herido al que pronto conoceremos como Bob, aparezca en su vida buscando una mano amiga. Lo que James jamás habría podido imaginar es que será esa adorable criatura, adoptando el papel de fiel compañero e impulso motivacional, quien finalmente le acabe ayudando a él para salvarle, de paso, del oscuro abismo al que parecía condenado. Dos almas perdidas que, sin tan siquiera haberse buscado la una a la otra, acabarán encontrándose, como si el destino así lo hubiera querido, cuando ambas más lo necesitaban. Caminos que se cruzan, lazos que se forjan y amigos que son capaces, sin tan siquiera recurrir a las palabras, de salvar una vida.
Basada en la propia autobiografía de James Bowen, la película apuesta así por una narración sencilla, directa y sin grandes excesos dramáticos donde casi todo el peso del relato recae, como no podía ser de otro modo, en la gran conexión existente entre sus protagonistas. Luke Treadway, dando vida a James, aporta la fragilidad y ternura necesarias para que su viaje emocional, tan salpicado de momentos duros como esperanzadores, pueda resultar creíble al tiempo que Bob, quien se interpreta a sí mismo en un admirable alarde de talento gatuno, se encarga de ofrecer, a través de su innegable encanto felino, ese lado más luminoso y entrañable que una historia como esta necesitaba. No con el objetivo de ocultar sus pasajes más desgarradores, sino de enfatizar la fuerza de su mensaje y, con él, la de este emotivo canto a las segundas oportunidades, al poder sanador de la amistad incondicional y, por encima de todo, a todos aquellos compañeros cuyo paso por este mundo, por muy efímero que sea con respecto al nuestro, jamás podremos olvidar.
A todos los michis que fueron, son y serán: gracias por tanto ฅ^•ﻌ•^ฅ.
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