¿Cómo es posible que una película tan sencilla en su forma sea a la vez tan compleja en su fondo? Supongo que es la magia del cine y, más concretamente en este caso, la del gran Ingmar Bergman. El director sueco, que escribió el guion mientras se encontraba hospitalizado, volcó buena parte de sus preocupaciones y de su delicado estado de ánimo en una obra cuya creación, como él mismo reconoció, le ayudó a reunir fuerzas para seguir adelante. Curiosamente, tanto el título inicial ('Cinematography') como el que finalmente quedó para la posteridad ('Persona', del latín clásico persōna, que significa "personaje teatral" o "máscara de actor"), ya nos dan una pista de por dónde van a ir los tiros en una película donde el propio cine, así como el concepto de interpretar un papel frente a los demás, constituye buena parte del pilar sobre el que se sostiene toda su carga simbólica.

No en vano, 'Persona' arranca con una sucesión de imágenes, aparentemente inconexas, proyectadas por un viejo cinematógrafo para, poco después, situarnos ante Elisabet Vogler, una actriz de teatro que ha dejado de hablar. No porque esté enferma, sino porque ella misma así lo ha decidido. En un intento por tratar de sacarla de su mutismo voluntario, la doctora de Elisabet la deja al cuidado de Alma (nombre que dudo que sea casual), una joven enfermera que, de algún modo, se ve obligada a hablar continuamente con su pasiva interlocutora, confesándole sus secretos y dejándolos expuestos tanto ante el juicio ajeno como ante el suyo propio. Dos mujeres diferentes, opuestas incluso, pero conectadas por los anhelos que cada una busca en la otra. Sean dos caras de la misma moneda o dos monedas incapaces de ver su cara oculta, lo único seguro es que Bergman maneja magistralmente esa dualidad para construir esta magnética introspección, tan críptica como fascinante, sobre los rincones más oscuros de la identidad, de la imagen que elegimos proyectar de nosotros mismos y de la forma en la que los demás nos perciben.

Por supuesto, y como suele ser habitual en el cine de Bergman, este reflexivo viaje no está concebido para encontrar respuestas, sino más bien para plantear preguntas e invitarnos a colocar la ilusión de nuestra existencia frente a un espejo de realidad. Que cada cual saque sus propias conclusiones, porque, a fin de cuentas, 'Persona' trata precisamente de eso: de quitarnos la máscara y mirarnos tal y como somos. Si es que nos atrevemos a ello, claro.

Ochenta minutos, dos actrices de las cuales sólo habla una y dos escenarios para hablar de temas como la identidad, la dualidad, la locura, la maternidad, el aborto o la sexualidad. Es casi terror psicológico, con una narrativa asfixiante.

Es una de las obras más personales de Ingmar Bergman, de la que se han escrito multitud de interpretaciones, sobre todo con las escenas surrealistas y oníricas iniciales, que son perturbadoras y la imagen ***contenido con spoilers***

Bibi Andersson esta espectacular y Liv Ullmann resulta una figura totalmente enigmática. Curiosamente la primera había sido amante del director y la segunda lo era en aquel momento, pero Bergman trabajó con ellas en muchas ocasiones, y más adelante las dos siguieron sus pasos y se dedicaron a la dirección.

'Persona' supone un juego psicológico a la par que un desafío mental emocionante. Bergman posa su mirada de nuevo en la introspectiva pero esta vez para preguntar ¿quiénes somos en realidad? El mundo de las apariencias como forma de supervivencia ante nosotros mismos. Inolvidable.

Ya lo decía Peter Cowie: "Everything one says about Persona may be contradicted; the opposite will also be true".