
Mariano Azaña
Fray Malo
En el siglo XIX, después de una larga guerra, un bebé es abandonado a la puerta de un convento de frailes franciscanos que intentan, sin éxito, buscarle una familia. Pasan los años, y aunque el niño vive feliz entre los monjes, no puede dejar de añorar a su madre. Marcelino se hace amigo de un Cristo crucificado que hay en el desván del convento: habla con él y le sube de la cocina pan, vino y otros víveres que puede encontrar.
Uno de los grandes clásicos del cine español dirigido por el húngaro Ladislao Vajda y protagonizada por uno de los actores infantiles referencia de la década de los cincuenta, Pablito Calvo.
Un auténtico dramón para la época e incluso para la actualidad seguramente logre sacar alguna que otra lágrima al espectador.
Marcelino, un niño que siendo bebé fue abandonado en un convento de monjes franciscanos y es allí donde tiene que convivir con ellos en sus primeros años de vida al no poder encontrar estos una familia para él.
Una relación muy entrañable entre los franciscanos y el niño, con sus típicas travesuras infantiles pero todo bondad.
Aunque Marcelino es feliz con ellos, deja en todo momento un poso de soledad por parte del niño ya que añora tener tanto amigos, como una madre. Y en esta soledad que tiene y en esa enormidad del convento, pues conoce a un crucificado con el que desahoga todas sus añoranzas y muestra su lado más bondadoso.
Sin ninguna duda la actuación del pequeño es excelente y desprende un buen abanico de sentimientos.
Un final que a mí personalmente no me ha gustado por el mensaje confuso que puede dar del Cristianismo.
Una producción clásica en blanco y negro de nuestro cine que merece la pena ver aunque haya cosas que no te gusten como me ha pasado a mí. No es un peliculón pero sí, una película familiar.
P.D. Ya se de donde viene la frase de mi padre que me decía de pequeño, "cuando levantes una piedra mira si hay un alacrán, vaya que te pique".
Marcelino pan y vino es, probablmente, el gran referente del cine español en los años 50 y si el cine es muestra de la sociedad en la que se produce, seguramente la película también sea un reflejo de como era la sociedad de nuestros padres y abuelos. El gran Ladislao Wadja, un cineasta de origen húngaro que regalo a nuestro cine alguna de las mejores películas españolas de la época (por encima de todas "El cebo", ese "M" a la española que no la desmerece en nada) creo una película absolutamente eficaz, capaz de traspasar fronteras y convertirse en referencia de lo que significa una fe. Por si eso fuera poco, contó con la inestimable ayuda de Pablito Calvo, un niño con un desparpajo cautivador capaz de hacer reir y llorar sin solución de continuidad a las rocas de un cementerio, al que se le debe buena parte del atractivo del filme.
La película, obviamente, está absolutamente decantada hacia una visión religiosa del mundo y solo se puede entender y aplaudir congeniando con ella, pero hay que reconocerle su total capacidad para trasladar el mensaje. Particularmente, durante muchos años solo había visto fragmentos sueltos en distintas reposiciones en tv y cuando, finalmente, la he visto lo cierto es que me ha "escandalizado" un poco su final; pero es es entrar en cuestiones más teológicas que cinematográficas y ese no es el caso.
Si te gusta el cine religioso, eres creyente y tienes ganas de echar unas lagrimitas... Marcelino pan y vino seguirá siendo una opción válida para tí, por muchos años que hayan pasado. Si no... siempre tienes "La vida de Bryan" para ocupar tu Semana Santa.
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