
Elvira Quintillá
Emilia
En una pequeña ciudad española, durante las fiestas de Navidad, un grupo de ricas ancianas organizan un evento peculiar que consiste en invitar a una persona sin hogar a sentarse a cenar en su abundante mesa. Plácido, un humilde trabajador, es contratado por las organizadoras para participar en una cabalgata con su motocarro, un encargo aparentemente simple que, sin embargo, no le será fácil cumplir.
Quizás resulte desolador admitirlo, pero todo acto de caridad, bajo sus presumibles capas de bondad desinteresada, también es capaz de sacar a relucir lo peor del ser humano. Ocurre en eventos solidarios, en obras benéficas y, lógicamente, también en Navidad; esa época tan llena de buenas intenciones como, por desgracia, de falsas apariencias. Más si cabe en esa España franquista que Luis García Berlanga y Rafael Azcona, partiendo de aquella infame campaña impulsada bajo el lema «Siente un pobre a su mesa», se encargaban de retratar a golpe de sátira social, diálogos cargados de veneno y, por encima de todo, mucha mala leche. La corrosiva disección de esa burguesía egoísta, hipócrita y más incomodada por la existencia de una clase desfavorecida —todavía aquejada por las heridas de la guerra— que genuinamente preocupada por ella. Ningún pobre llegó a sentarse a la mesa de un rico; todo era, en realidad, una simbólica patraña donde los únicos saciados acababan siendo, lamentablemente, el ego y la falsa moralidad de los más pudientes.
Con ecos del neorrealismo más costumbrista, Berlanga tomaba ese desangelado marco de posguerra para, entre afilados diálogos y escenas esperpénticas, dar forma a una incisiva comedia negra tan capaz de sacarnos una sonrisa como, a su vez, dejarnos un amargo poso de tristeza. El crudo reflejo de una sociedad dividida que el director, deslizando su cámara a lo largo de constantes y magistrales planos secuencia, trasladaba una película donde lo entrañable y lo grotesco conviven, al igual que en la vida misma, en extraña e inevitable sintonía. Un, a priori, inocente cuento de Navidad —al menos a ojos de la censura de la época— en el que la utópica caridad cristiana planteada por el Régimen, promovida únicamente con afán de limpiar conciencias, daba lugar a una historia tan disparatada en su forma como, de igual modo, trágica en su fondo. Mordaz instantánea de una realidad retrógrada, clasista y esclava de las apariencias donde todo atisbo de solidaridad quedaba reducido, por temor al qué dirán, a una mera postal navideña.
'Plácido' muestra la hipocresía de la burguesía española, su falta de empatía y los valores que aún reinan en algunos sectores a día de hoy. Con el lema "siente un pobre en su mesa" y la imperante necesidad de pagar una letra comienza esta sutil mirada crítica que contiene varios planos secuencia bastante destacables. Berlanga logra eludir, una vez más, la censura franquista para simular en un tono cómico y una trama simplona, una mirada mucho más perspicaz. Muy buena.
Una crítica social muy divertida y desternillante.
Desde el inicio todo lo que sufre el pobre Placido intentado pagar la letra y todo el disparate que va surgiendo alrededor, me lo he pasado genial. Y siempre con el trasfondo de la realidad que le da un peso mayor a toda la obra como la vigencia que tiene.
Diría sin temor a equivocarme que es la mejor película española que he visto y 100% la mejor comedia española y una de las mejores en general de la historia del cine.
Película obligada para ver todas las navidades, diciendo esto, pienso en que es una especie de equivalente de el ¡Que bello es vivir! Español.
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