Críticas de Chuck Steel: Night of the Trampires

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Es 1986, y Chuck Steel, el mejor policía de la ciudad, va a tener que ponerse las pilas si quiere evitar que una de las peores plagas que se han visto asole Los Ángeles. Steel se verá las caras con unos vagabundos vampíricos, en una película que cuenta con un protagonista que es la versión en stop motion de Sylvester Stallone y Bruce Willis.

RESEÑAS Y VALORACIONES DE Chuck Steel: Night of the Trampires

✪ Crítico estelar ✪
PTG 111
6 / 10
Es posible que a casi nadie le suene el nombre de Michael Mort, pero quizás sí que hayan visto algo suyo a través de 'Mr. Boombastic', el icónico anuncio de Levis de 1995 en el que un tipo duro equipado solo con su moto, sus gafas de sol y su tupé imposible salvaba a una mujer de un edificio en llamas gracias al poder de sus pantalones. Todo un despliegue de chulería que su director, casi 25 años después, recuperaba para dar forma a 'Chuck Steel: Night of the Trampires', su primer largometraje para la gran pantalla y un divertido homenaje animado al cine de acción de finales de los 80 y principios de los 90. Homenaje y también parodia, porque la verdad es que toda la película es como un nostálgico desfile de guiños a títulos como 'Jungla de Cristal', 'Arma Letal', 'Delta Force', 'Cobra' o 'Evil Dead' donde nuestro protagonista —Chuck Steel, un sinvergüenza que parece el hijo perdido de Chuck Norris, McBain y Duke Nukem— deberá salvar la ciudad de un ataque de vampiros que solo se alimentan de aquellos que están borrachos.

Un auténtico despiporre donde Mort no solo rescata el distintivo estilo claymation —stop-motion con muñequitos de plastilina— del anuncio de Levis, sino también todo ese espíritu gamberro tan habitual en la época y que ahora, sin embargo, escasea cada vez más. El humor negro, la incorrección política y el descaro más irreverente son solo algunas de las señas de identidad de un protagonista que quizás no sea el héroe que merecemos, pero sí el que necesitamos en estos tiempos donde la comedia, así como nuestra forma de consumirla, se encuentra cada vez más limitada por los convencionalismos sociales. Tampoco es que sea perfecta ni la mejor película de animación de todos los tiempos, pero desde luego es una grandísima opción para los que echen de menos el cine de los Stallone, Willis y compañía y quieran echarse unas risas con este salvaje festival de violencia, testosterona y hard rock ochentero. Todo un chute de nostalgia macarrilla en vena.

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