Críticas de ¿Dónde está Anne Frank?

Tras ese derroche de originalidad que fue 'The Congress' y después de un largo parón de casi ocho años, Ari Folman regresaba a la dirección con otra arriesgada propuesta bajo el título de '¿Dónde está Anne Frank?', una creativa reimaginación animada de la historia de Ana Frank y su icónico diario. El cineasta israelí, envolviendo los hechos reales con un mágico toque de fantasía, decide centrar la película en el personaje de Kitty —la amiga imaginaria a la que Ana dirigía su diario—, quien, debido a un extraño evento sobrenatural, acaba cobrando vida en la casa-museo de la familia Frank solo para descubrir que ese emblemático lugar, en su momento refugio del horror que asolaba Europa, ha acabado convertido en una mera atracción turística. Desorientada, confundida y ajena al fatídico destino que sufrió su creadora, Kitty saldrá a las calles de la Ámsterdam moderna para darse cuenta de que el fantasma de la intolerancia, ahora disfrazado bajo diferentes máscaras a las de antaño, sigue siendo una lacra incluso casi un siglo después.

Una propuesta bastante atrevida que, de hecho, recibió en su día bastantes críticas que la acusaron de equiparar la tragedia del Holocausto con algunos problemas actuales como el de los refugiados o el racismo. Personalmente, no creo que la película intentase realizar esa clase de paralelismo, sino más bien ejemplificar lo mucho que nos queda por mejorar como sociedad y, del mismo modo, lanzar un mensaje de esperanza a través de la figura de la propia Ana Frank, representada aquí como encarnación inmortal de la inocencia y como incansable brújula de la bondad incluso en los tiempos más oscuros. Quizás su mensaje final peque de ser demasiado obvio, aunque no por ello resta relevancia a este conmovedor relato animado, de trazo sencillo y vibrantes colores, que, respondiendo a su propio título, logra rescatar el espíritu de Ana para recordarnos que su legado, tan doloroso como inspirador, seguirá viviendo, ahora y siempre, en todos aquellos que necesiten encontrar algo de luz al final del túnel del odio y la incomprensión.